Yom Kipur 5758
(Traductora : Inés Baum, baumgut@sol.racsa.co.cr)

Un predicador palestino, Rabi Alexandri, solía hablar con el 
lenguaje de un evangelista : “¿Quién desea la vida ?”, 
preguntaba, “¿Quién desea la vida ?”. Y en un momento se 
formaban multitudes a su alrededor que insistían : “¡Danos 
vida !”. Después de un rato, el rabí citaba dos versículos del 
Salmo #34 : “¿Quién es el hombre que desea la vida, que quiere 
muchos días en que vea el bien ? Guarda tu lengua de hablar mal, 
y tus labios de decir engaños (S. XXXIV: 13-14).”.

Y aquí termina el relato del Talmud. No hay ningún indicio de 
cómo reaccionaron los que allí reunidos. Sospecho que muchos 
se sintieron decepcionados. Lo que les atrajo en número tan 
excesivo (el Talmud relata que el mundo entero vino a escucharle), 
fue la expectativa de un mensaje distinto. Su presencia allí resaltó 
el anhelo extendido por la salvación personal. La esperanza media 
de vida de un ciudadano romano del s. II e.c. era menor de 25 
años. Sin la esperanza de una vida después de la vida en la que se 
valoraría y se premiaría la virtud, el sufrimiento intolerable de 
este mundo no se podría aguantar más. El cristianismo ya había 
lanzado su asombrosa conquista del imperio romano apoyandose 
en una revelación de salvación personal.

Sin embargo el Rabí Alexandri se negó a restarle importancia o 
hacer caso omiso del papel tan importante, que a través de los 
tiempos el judaísmo le instituyó a la salvación ganada en vida. La 
historia bordea la parodia. Aun cuando sus palabras tienen 
rasgos de misionero cristiano, el Rabí Alexandri no ofrece ni una 
doctrina de fe ni un atisbo del cielo, sólo nos presenta un precepto 
moral. Para él, la tarea del hombre es mejorar la sociedad en la 
que le ha tocado vivir. ¡Cuántas mejoras podríamos efectuar si el 
habla humana dejara de ser un arma o un engaño ! El mensaje del 
Rabi Alexandri también capta el espíritu de Yom Kipur.

En éste, el día más sagrado del año judío, no nos alejamos de este 
mundo. No ayunamos, oramos ni pedimos perdón con el fin de 
ganarnos la vida eterna. La liturgia está particularmente libre de 
toda alusión a lo que nos pueda esperar después de la muerte. El 
terror que nos atrevemos a enfrentar es el de nuestra propia 
mortalidad, no el del infierno o la condenación. La humildad de la 
petición nos deja anonadados. Lo único que pedimos es un año 
más para servir como socios de Dios en la consumación de su 
creación. La petición no es igual, ni remotamente, a la intensidad 
espiritual de nuestros esfuerzos.

Aparecer en la sinagoga no es suficiente. Yom Kipur no es un 
sacramento. No posee el poder de absolver automáticamente a un 
participante pasivo, indiferente o retador. Juiciosamente, la 
Mishná nos dice : “Aquél que se repite a sí mismo : ‘Puedo pecar 
y arrepentirme.’, nunca tendrá la habilidad de arrepentirse 
verdaderamente. O aquél que piensa : ‘Yo puedo pecar y Yom 
Kipur expiará mis pecados.’, se equivoca tristemente. Yom Kipur 
no expiará sus pecados por él. La realidad es que solamente los 
pecados cometidos contra Dios son expiados en Yom Kipur. 
Aquellos que cometemos en contra de otro ser humano no serán 
perdonados con las oraciones de Yom Kipur hasta que la persona 
ofendida nos perdone.”.

Este es un precepto exigente. El cumplir con los rituales de la 
liturgia de Yom Kipur cambia muy poco. Necesitamos trabajar 
sobre nosotros mismos ; necesitamos rectificar nuestra manera de 
relacionarnos con los demás antes de que podamos acercarnos a 
Dios con profesiones de fe y de contrición. Y lo que nos impulsa a 
hacer este esfuerzo es la “terapia de shock” de saber que otro año 
ha pasado. Yom Kipur nos ayuda a revivir nuestras vidas de atrás 
en adelante. ¿Seremos capaces algún día de poder morir contentos 
de haber hecho nuestro mayor esfuerzo para mejorar, aunque sea 
un poquito, las condiciones de la humanidad ?

Es por esta razón que todo al het, la confesión pública y colectiva 
que recitamos durante el Yom Kipur, se enfoca exclusivamente en 
aquellos mandamientos que gobiernan la interacción con nuestros 
semejantes. En una lista de 44 pecados, el doble del número de 
letras en el alfabeto hebreo, no hay ni siquiera uno que sea de 
naturaleza ritual. Qué afirmación tan clara de que la ética se 
encuentra en el corazón del judaísmo pero que lo que finalmente 
expresa su más íntimo propósito no es el ritual amplio y distinto 
sino su nobleza moral. El ritual es la apariencia exterior de la 
búsqueda ética.

Por lo tanto la caridad deberá acompañar a nuestra abundancia de 
oraciones y a nuestra íntima resolución de cambiar de dirección. 
Puede que tenga razón Thomas Carlyle (1795-1881) cuando dijo 
que : “El mayor de nuestros pecados es no ser consciente de ni 
siquiera uno.”, para el judaísmo, sin embargo, el auto-examen es 
solamente el primer paso en el proceso de arrepentimiento que 
debe culminar en una acción positiva y efectiva. De manera 
significativa, concluimos Yom Kipur con la construcción de la 
suká. Después de un período de retraimiento, reentramos en el 
mundo para escoger la vida.

Qué tengan un ayuno fácil y una buena conclusión 

Gemer tov,

Ismar Schorsch

La publicación y distribución de los comentarios de la parashá ha-
shavúa (en inglés) han sido posibles por la colaboración generosa 
de Rita Dee y Harold Hassenfeld.