Parashá Vayishla 5757
Génesis 32 :4 - 36 :43
30 noviembre 1996 / 19 kislev 5757
(Traductor : Desmond Graal, atoscano@arrakis.es)

A primera vista el capítulo 34 del Génesis no parece tener ningún 
aspecto positivo. Es una historia de violación y venganza, llena de 
decepción y brutalidad. Jacob ha regresado a la tierra de Canaán y 
se encuentra con que su hermano Esaú quien no le guarda ningún 
rencor por diferencias en el pasado, se ha instalado cerca de la 
ciudad de Shejem con la intención de quedarse allí. Durante su 
visita a la ciudad, Dina, su única hija, es raptada y violada por el 
hijo del gobernador de aquel país, quien se enamora y desea 
casarse con ella después.

Sin entregar a Dina, el padre e hijo empiezan a entrar en 
negociaciones con los hijos de Jacob por la mano de ella, 
ofreciéndoles un generoso acuerdo económico. Lo único que piden 
los hijos de Jacob es que los hombres de la ciudad se sometan a la 
circuncisión, puesto que está prohibido que sus paisanas se casen 
con cualquiera que no esté circuncidado. Padre e hijo intentan 
persuadir a sus paisanos de Shejem con una deseable unión entre 
los nativos y los forasteros. No obstante, tres días después de la 
intervención en masa Simeón y Levi, el segundo y tercer hijo de 
Jacob, asaltan la ciudad, matan a los hombres que se encuentran 
reponiéndose, y se apoderan de sus bienes, incluyendo las mujeres 
y los niños. Jacob, que hasta ahora ha permanecido curiosamente 
callado, queda avergonzado por el ardid, pero sólo por miedo a la 
venganza. Se marcha rápidamente sin convertirse en víctima de la 
venganza del resto de las ciudades en el territorio de Canaán. 

El Génesis está saturado del tema principal de esta historia : 
mientras Canaán esté destinado a convertirse en el territorio del 
pueblo de Abraham, no debe haber relaciones con su población. El 
secuestrador de Dina : “...una vileza había hecho en Israel, al 
acostarse con la hija de Jacob y así no suele hacerse (Génesis 
34 :7).”. Las esposas de Isaac y Jacob eran de Harán, la ciudad 
natal de Abraham, y no de Canaán. El servidor más importante de 
Abraham tenía totalmente prohibido volver a Harán con Isaac, 
pero tampoco pudo organizarle un matrimonio con una mujer de 
Canaán (Génesis 24 :3-8). De un modo parecido, la diferencia 
principal entre Jacob y Esaú es que éste escoge a sus esposas en las 
poblaciones de la zona causando el disgusto de sus padres 
(Génesis 26 :34, 36 :1), aunque el Génesis conserva otra tradición 
en la que hasta Esaú hizo caso de su aversión (Génesis 28 : 6-9).

Y en los libros posteriores de la Torá, la aversión culmina con un 
dramático mandato para limpiar Canaán de toda su población 
indígena en el momento de la conquista, un verdadero 
llamamiento al genocidio. Por ejemplo, en las estepas de Moab al 
final de su viaje de 40 años por el desierto, Dios manda a Moisés 
a : “Pues vosotros vais a pasar el Jordán hacia la tierra de Canaán. 
Habréis de desterrar a todos los habitantes de la tierra de delante 
de vosotros, y destruiréis todas sus piedras grabadas, y todas sus 
imágenes de fundición destruiréis, y todos sus lugares de culto 
demoleréis (Números 33:51-52).”.

En un estupendo artículo (Prooftexts, enero de 1990) sobre el 
capítulo 34 del Génesis, el Profesor Stephen A. Geller del 
Seminario ha razonado enérgicamente que la amenaza de Canaán 
para el antiguo Israel, según la versión de la Biblia, fue un modelo 
intelectual y no una población concreta.

El “canaanismo” como concepto fue construido para ser el polo 
opuesto del monoteísmo israelita. Mientras la Biblia presentaba un 
Dios transcendente sin forma ni género, el “canaanismo” 
presentaba una divinidad inmanente, accesible a través de los 
sacrificios infantiles, la adivinación y los cultos de fertilidad. La 
religión natural de los Canaantitas fortalecía sobre todo la libertad 
sexual con el fin de erradicar la distancia entre lo humano y lo 
divino. Como respuesta, el antiguo Israel transformó la 
circuncisión desde “un ritual de la pubertad o del matrimonio con 
el fin de potenciar la fertilidad de la semilla” a una ceremonia de 
transformación al nacer “como una ‘señal’ de la promesa divina de 
tener descendencia.”.

Si volvemos a nuestro capítulo, el Profesor Geller escribe que: “Se 
utiliza el emblemático rito de la circuncisión según el autor no sólo 
para conseguir un efecto literario sino también para señalar la 
completa distinción religiosa entre Israel y Canaán, que se centra 
en el sexo. Los shejemitas piden al pueblo de Jacob, en todos los 
sentidos, que se adapte a través de unas relaciones pacíficas. Para 
ellos el rito exigido aún conserva su anterior significado como 
preparativo para el matrimonio. No obstante, mediante la 
utilización de la circuncisión como ardid para malograr aquel 
aliciente Canaánita, el autor bíblico recuerda al lector que Israel 
tomará posesión de la tierra a través de la Palabra, no del sexo, a 
través de la transcendencia y no de la inmanencia.”.

En este sentido, confío en que la violación de Dina haya sido al 
menos instructiva. Está claro que toca varios aspectos de algunos 
temas mayores de la teología bíblica. No obstante, quiero señalar 
que también destaca una dimensión edificante en la forma en que 
se cuenta la historia. Aquí y allá el autor deja suficientes pistas 
para transmitir su repugnancia por la falsedad y la violencia de 
los hijos de Jacob. Tal vez la tradición le haya obligado a tocar este 
tema ; no se le podía negar la libertad de expresarlo con un grado 
de licencia literaria.

Primero, el narrador nos cuenta al principio del complot tramado 
por los hijos de Jacob que éstos hablaron a los shejemitas “...con 
astucia...(Génesis 34:13).”. Puesto que el argumento habría 
revelado sus verdaderas intenciones en breve, la omisión de 
cualquier suspense me indica el tono de desacuerdo del narrador.

Segundo, los hijos de Jacob sacan muy buen provecho de su 
nefasto crimen, un detalle que el autor habría omitido de buena 
gana si hubiese pretendido resaltar la pureza de su fervor. ¿Acaso 
las mujeres de Canaán no son una fuente tan potente de 
contaminación como los hombres? En los tiempos de Josué se 
condenaba rotundamente todo saqueo de cualquier clase. Los 
judíos de la Persia de Hamán tampoco se atreverían a tocar los 
bienes de aquellos persas matados por ellos en defensa propia 
(Ester 9:10, 15, 16).

Tercero, en breve, el autor nos recuerda que la perversión sexual 
no está restringida a los Canaánitas. Después de la muerte de su 
querida Raquel, a Jacob le atormenta saber que Rubén, su 
primogénito, tuvo relaciones sexuales con Bilhah, la sirvienta de 
Raquel y concubina de Jacob (Génesis 35:22).

Por último, toda ambigüedad moral desaparece en el momento del 
testamento de Jacob en su lecho de muerte. El viejo patriarca 
condena a Simeón y Levi con merecida indignación. La violencia 
no justificada muestra sin duda que no son aptos para ser líderes. 
De este modo la narración del capítulo 34 adelanta el rechazo del 
capítulo 49 en una alentadora muestra de autocrítica.

Shabat shalom u-mevoráj,

Ismar Schorsch

La publicación y difusión del comentario del Dr Schorsch sobre la 
parashá ha-shavúa han sido posibles gracias a la generosa 
colaboración de Rita Dee y Harold Hassenfeld.