Parashá Vaiera 5758
Génesis 18:1 - 22:24
8 de noviembre de 1997 / 8 de jeshvan de 5758
Anne Lapidus Lerner, vicecanciller,
Seminario Judío de Teología de América, N.Y., N.Y. (EEUU)
(Traductora: Lucía Juez Pérez, aljuez@burgos.net)

No celebré mi bat mitzvah en la parashá Vaiera. De hecho, nunca la celebré. Mi cumpleaños el 19 de jeshvan me permite, como legítimo derecho de nacimiento, darme el lujo de mantener una denodada lucha con este increíblemente rico y complejo texto. Sin embargo nunca he expresado esa conexión con una auténtica celebración de mi mayoría de edad judía.

A medida que me aproximaba a mi madurez judía, mi rabí, Israel Kasis de la Congregación Mishkan Tefila, entonces en Roxbury (Massachusetts), me telefoneó para pedirme que fuera la primera bat mitzvah en nuestra clásica congregación conservadora de Boston (Massachusetts). Como hija de una de las pocas familias shomer-Shabbat en la congregación, podía haber tranquilizado - tomando ése papel de liderazgo - las preocupaciones de la comunidad sobre el hecho de que éste ritual, relativamente nuevo, no fuera halájico y sentar un precedente para las que vendrían en el futuro. Pero mi visión absolutista de la halajá, a la que mi primera adolescencia no contribuyó en atemperar, no me permitió ofrecer una expresión pública religiosa de este trascendental paso hacia la madurez. No asentí a los cantos ceremoniales de la haftarah de la noche del viernes que estaban siendo entonces lentamente introducidos para las mujeres en las sinagogas conservadoras. Silencié mi propia voz.

Esa puede ser la razón de que entre las muchas cosas que me fascinan en ésta parashá estén los sonidos y silencios de sus mujeres. Hay muchas mujeres en éste texto: Sarah, Hagar, la hija de Lot y su esposa y Rebekah y Reumah. Juegan papeles importantes en varias partes de la narración, pero sus voces son a menudo apagadas o silenciadas. Algunas veces el silencio es impuesto desde el exterior; otras es auto-impuesto, la mayoría de las veces es un rasgo que queda sin explicación en el texto.

Mientras la Akedat es tal vez la parte más conocida y complicada de la Vaiera, no es el único lugar donde el papel de la mujer requiere un análisis. La imposición del silencio de Sarah ya ha tenido lugar en la primera escena, la visita de los emisarios de Dios en la tienda de Abraham y la consecuente anunciación del nacimiento de un hijo a Sarah y Abraham. La llegada de estos extraños ocasiona una actividad frenética por parte de Abraham. Va de un lado para el otro convenciendo a los huéspedes de que se queden, dando órdenes a Sarah y a su sirvienta. Ambas están calladas.

El momento de Sarah llega después de la comida cuando oye la promesa a Abraham de un hijo nacido de Sarah. Su reacción es una risa inaudible: "Y ríose Sarah en su intimidad, diciendo: '¿Después de haberme envejecido habré de tener deleite? ¡Y mi esposo ya es anciano'." (Génesis 18:12). Del mismo modo que es silenciada su risa, lo es también su palabra. Es como una interpretación de su risa. En el caso de Sarah, aún la risa interna es inaceptable. Dios la desafía, moviéndola a negarse a sí misma, sus pensamientos, sus emociones. Está en el camino de enmudecer.

Calladas, las mujeres se convierten en objetos. La siguiente ocasión que Sarah hace lo mismo es después de la destrucción de Sodoma y Gomorra, cuando Abraham le ordena - justo antes de que ella es sacada del harén de Abimelekh, rey de Gerar - decir que es su hermana, en vez de su esposa. En esta historia contada dos veces, Sarah no dice nada. La oímos solamente a través de la boca de Abimelekh, repitiendo la línea falsa que Abraham le ha dicho que emplee para ella. Como las hijas de Lot, puede ser ofrecida a otro hombre por el varón que tiene control sobre ella.

Es su maternidad la que revive la palabra. Aunque Abraham tiene el poder para nombrar a Isaac, no oímos sus palabras. Sí oímos a Sarah decir: "Hilaridad me ha causado Elohim, todo cuantos lo oigan reirán (yitzhak) conmigo... ¿Quien hubiera dicho a Abraham: 'Amamanta hijos Sarah?' Pues yo le he dado un hijo en su ancianidad" (Génesis 21:6-7). Su alegría maternal se canta desde el texto. Más ésa alegría, su reclamada risa, dura poco. Sarah se enciende con Ishmael, el hijo de Abraham y Hagar, dice a Abraham: "Echa a ésa esclava y a su hijo, ya que el hijo de ésa esclava no compartirá la herencia con mi hijo Isaac" (Génesis 21:9-10). La asunción de poder de Sarah vuelve sus palabras en contra de su rival y reduce al silencio a Hagar e Ishmael con el anónimo "otro".

Dios interviene, arbitrando la disputa entre Sarah y Abraham, quien no quiere perder a su hijo Ishmael. La contundente declaración de apoyo de Dios para Sarah, resuena a través de todas las épocas: "...todo lo que te dijere Sarah habrás de cumplir..." (Génesis 21:12). Pero, irónicamente, Sarah no habla más. De hecho, desaparece del texto y no se la menciona más que en la muerte. Es que el divino sello de aprobación conlleva demasiada responsabilidad? Significa su silencio? Se completa su tarea cuando ella se asegura la sucesión de su hijo en el patrimonio de Abraham?

Desterrada en el desierto, también Hagar está callada. Ella rompe a llorar. Dios, curiosamente, no atiende a su explosión emocional, sino a la de Ishmael. Sin embargo, Dios, en persona y a través de un ángel, brinda apoyo a ambos, Hagar e Ishmael.

La total ausencia de compromiso de Sarah en la Akedat, "el sacrificio de Isaac", es la culminación de su silencio. Su ausencia es, como han observado lectores de todas las épocas, impresionante. En nuestros días, así como en el pasado, se le ha dado, midrásicamente, palabra. Uno de mis midrashim favoritos es "Sarah habla con Dios" de Lillian Elkin, una poetisa americana contemporánea. La Sarah de Elkin se enfrenta a Dios, cuestionando el mandato divino y la identificación de Abraham con Dios. Concluye:
"Pero soy una mujer y este es mi niño
y mi amor por él es más grande que el miedo
y mi dolor me rodea con cuchillos
y me amargo con mis dudas."

El feminismo contemporáneo ha dado voz a las mujeres, o muchas voces. Nos ha permitido escuchar los silencios y oír a las mujeres del pasado. Nos da un oído midrásico con el cual podemos imaginar sus palabras, sus sentimientos, sus actos. También nos puede ayudar a fortalecer la palabra de las mujeres del presente y del futuro. Pero la imposición de silencio de las mujeres no ha cesado. Hay quienes, dentro del judaísmo, impedirían toda oportunidad de que las mujeres judías expresasen sus sentimientos religiosos, de cantar en oración a Dios. Evitarían que las voces de las mujeres fuesen oídas en un contexto de oración que incluya a ambos, hombres y mujeres y, al mismo tiempo, niegan los grupos de oración separados. Las mujeres también permanecen en silencio por sí mismas, rehusando hacer uso de la palabra para ofrecer pública expresión de sus sentimientos religiosos. Debemos escuchar ése silencio e intentar liberar ésas voces.

En lo que a mí respecta, como estudiante y profesora de los textos y tradición judía, y como ocasional shalíaj tzibur ("emisario de la comunidad": jazán), siento que una celebración de mi bat mitzvah estaría de más en estos momentos. Sí que agradezco diariamente a Dios el regalo de crecer en la comprensión del judaísmo el cual me permite dar voz a mi oración y oír los sonidos del silencio de las mujeres.

Shabbat shalom u-mevorach,
Anne Lapidus Lerner
Vicepresidente, JTSA

La publicación y distribución de los comentarios del Dr. Schorsch han sido posibles por la colaboración generosa de Rita Dee y Harold Hassenfeld.