Parashá Vayehi 5754
Génesis 47:28 - 50:26
25 diciembre 1993/11 tevet 5754
(Traductora : Ana Roselló, atoscano@arrakis.es)
La sinagoga de mi padre en el pequeño
pueblo de Pottstown,
Pennsylvania (EEUU), era conocida bajo el nombre de “La
Congregación de la Bondad y la Verdad”. Como joven irreverente que
era, más interesado en los deportes que en asuntos del espíritu,
siempre pensé que ese era un nombre bastante extraño para
una
sinagoga. Los estudios de hebreo aún me confundían más
ya que el
nombre hebreo de Hesed shel Emet (un bondadoso acto de verdad),
no correspondía completamente con el nombre en inglés de
la
congregación. Sólo años después descubrí
que el nombre hebreo
estaba basado en uno de los sabios fragmentos del midrash; en una
frase dicha por Jacob al principio de la parashá de esta semana.
A la edad de 147 años, y tras 17 años en Egipto, Jacob tiene
la
premonición de que su muerte está cerca. La Torá cuenta
: “...y
cuando el momento de morir se acercó a Israel, él reunió
a su hijo
José y le dijo : ‘Hazme un favor, pon tu mano sobre mi muslo como
promesa de tu inquebrantable lealtad : por favor no me entierres en
Egipto (Génesis 47 :29).’.”. La palabra hebrea para “lealtad
inquebrantable” es “hesed ve-emet” que literalmente significa “bondad
y verdad”. Teóricamente estas dos palabras, como forma de discurso,
transmiten un solo pensamiento, por tanto también la traducción
“lealtad inquebrantable”, es similar a la frase “un día mortalmente
gélido” por el cual venimos a referirnos a “un día muy frío”.
Pero el midrash rechaza la idea de que la Torá use dos palabras
para
expresar lo que se puede expresar con sólo una. El lenguaje de Dios
es extenso pero no redundante. Por lo tanto la midrash entiende
“hesed ve-emet” como “hesed shel emet”, “un bondadoso acto de
verdad”. ¿Y precisamente cual es tal acto?. Aquél que sea
completamente altruístico y por el que ningún tipo de pago
sea
posible, es decir, atender las necesidades de muertos y moribundos.
En su propio estilo intuitivo, la midrash llega al núcleo de la
petición de
Jacob, una apelación a la conciencia de José, sin ningún
tipo de
presión y más allá de recompensas. Enterrar a Jacob
en Canaan y no
en Egipto vendría a ser un ejemplo de verdadero desprendimiento.
En resumen, la sinagoga del Pottstown fue evidentemente fundada
como “hevra kadisha”, sociedad funeraria. Su nombre hebreo tuvo
eco en el midrash, mientras que el nombre inglés preservó
la frase
bíblica en la cual descansaba.
Muchas de las nacientes comunidades judías adquirieron un
cementerio antes de construir la sinagoga. Y de todas las grandes
comunidades medievales, la “hevra kadisha” fue siempre la más
honrada. Su mismo nombre “sociedad sagrada” transmite la santidad
de su misión - enterrar a aquellos cuyas almas han partido - sin
ningún
deseo de benificio personal. Si tuviste la oportunidad de ver hace 10
años, la exposición de los tesoros judaicos en Praga, “El
Precioso
Legado”, puede que recuerdes el único conjunto de 15 pinturas
encargado en 1780 por la “hevra kadisha” (Praga era por aquel
entonces la mayor comunidad judía en Europa). Estas pinturas
retrataban sus muchas obligaciones, desde orar a un enfermo
terminal en su lecho de muerte, lavar su cuerpo, cavar su tumba,
preparar el funeral y enterrar al difunto con tanta diligencia y dignidad
como fuera posible. Hay pocas mitzvot en el judaísmo que lleguen
más alto que estas tareas, y pocas más que sean tan
ennoblecedoras.
Nuestra parashá se titula “Va-ye-hi”, “Jacob vivió”, pero
realmente
trata sobre como murió. Muy apropiadamente viene a cerrar el libro
del Génesis con una fuente de sabiduría judía sobre
como encarar el
final de la vida. Lo entenderemos mejor con un ejemplo. El patetismo
universal del momento es captado por el midrash en el verso que ya
cité anteriormente : “...y cuando el momento de morir llegó
para
Israel.”. Para desarrollar la angustia encerrada en estas crudas
palabras, el midrash se refiere a un pasaje del discurso de David en la
coronación de Salomón, justo antes de su propia muerte :
“Porque
somos viajeros contigo (es decir, Dios), meros viajantes como
nuestros padres, nuestros días sobre la tierra son como una sombra,
con nada en perspectiva (I Crónicas 29:15).”. Pero no todas las
sombras son de la misma duración. Conmovedoramente la midrash
continua : “¡Si sólo estuvieramos hablando simplemente de
la sombra
de una pared o un árbol !”. Pero la metáfora de David se
refiere a la
sombra de un pájaro en vuelo porque así está escrito
(lo sabemos por
el servicio Yizkor) : “El hombre es como un suspiro, sus días son
como una sombra pasajera (que nunca está quieta) (Salmos
144:4).”. La brevedad tiene sus propias graduaciones.
Y aún así el espíritu que llena a Jacob no es el mismo
que el de Dylan
Thomas: “No pases mansamente a la noche eterna, la vejez debe
arder y luchar contra el crepúsculo del día, con ira, lucha,
lucha
contra la extinción de la luz.”.
Jacob se enfrenta a la muerte, al reflujo de sus fuerzas vitales con
aceptación y resignación. En el haftorá de nuestra
parashá, David da
voz a la sobriedad de la actitud de Jacob hacia la muerte, y por
extensión, al judaísmo también. En su lecho de muerte
le dice a
Salomón : “Voy a tomar el camino de todos que viven en la tierra
; se
fuerte y comportate como un hombre (I Reyes 2:2).”. No hay ni
desafío ni rechazo, sólo un profundo reconocimiento de la
naturaleza
de la muerte.
Una premonición es una bendición. Nos permite prepararnos,
y
también a nuestros amados. Eso es precisamente lo que hizo Jacob.
Se trata de una muerte digna entre el apoyo de la familia. En un gesto
final que ilumina su dolor ante la pérdida de su amada Raquel,
muchos años atrás, Jacob extiende la semilla de su mujer
adoptando
como suyos a los dos hijos de José. La muerte prematura de Raquel
había limitado el número de su descendencia a sólo
dos.
Jacob también habla sobre la personalidad de sus hijos. Con la edad
nuestras mentes se aclaran y despejan. A la vez los detalles se
atenúan y una imagen más completa emerge más claramente.
En
palabras de la escritora May Starton: “La vejez no es una enfermedad
sino un ascenso eterno. Mientras que la fuerza disminuye, nos
acercamos más a la luz.”. Cuando Jacob reúne a sus hijos
por última
vez, él desea asomarse más allá de la oscuridad :
“Acercáos para que
os pueda decir lo que recaerá sobre vosotros en los días
venideros
(Génesis 49:1).”. Aún así la midrash señala
que Jacob destaca más
el pasado que el futuro. La luz del Señor había empezado
ya a
atenuarse.
La descripción de la muerte de Jacob es igualmente de digna de mención.
Él finaliza su discurso e instrucciones, mete los pies en su cama
y se
marcha a reunirse con sus antepasados (Génesis 49:33). La frase
“y
se va a reunirse con sus antepasados”, es el modo normal en el que
la Torá habla de la muerte, reafirmando en el momento de la
separación el código de valores del judaísmo. La vida
tras la muerte
es concebida con los mismos valores que la vida misma, la cual es
comunitaria, no individual. Aquí no hay especulación sobre
lo que
sigue, sólo una frase elíptica que enfatiza la centralidad
del grupo. El
sosiego espiritual y el significado derivan de la identificación
con algo
más grande que el individuo.
De forma implícita la Torá repudia la obsesión egipcia
por la salvación
individual en el mundo venidero. Las pirámides atestiguan la acción
irrisoria de vivir la vida hacia atrás, desde una perspectiva más
allá de
la tumba. Al final, Va-yehi es reafirmación de la vida.
Ismar Schorsch