Rosh Hashanah 5757
(Traductora : Inés Baum, baumgut@sol.racsa.co.cr)
Cuando Louis Finkelstein era Rector del
Seminario y yo era un
simple estudiante rabínico, él siempre comenzaba el primer
desayuno del año con el versículo de Isaías II (57
:19) : “Paz,
paz al que estaba lejos y (al que estaba) cerca.”. A pesar de
que en hebreo este versículo consiste en tan sólo cuatro
palabras, siempre ofrece a los estudiantes una sonora
bienvenida, tanto a los nuevos como a los antiguos, a los que
vienen de otros países y a los que vienen de no tan lejos. Se
dice que esta costumbre data de los tiempos de Salomón
Schechter, a quien el Dr. Finkelstein reverenciaba.
Yo he continuado con esta práctica porque el versículo -
como
bien sabían Schechter y Finkelstein - es más que sólo
una
aplicación inteligente de un texto antiguo. La interpretación
rabínica de ese versículo la eleva mucho más allá
de la mera
dimensión geográfica. En un breve pero muy significativo
intercambio en el Talmud, este verso se convierte en el escenario
para un desacuerdo fundamental sobre lo que constituye el
camino hacia la perfección religiosa. Es una discusión tan
importante para nosotros, ahora que nos preparamos para estos
días de introspección y arrepentimiento, como lo es para
los
nuevos estudiantes rabínicos.
Como he dicho a menudo, la forma más básica del pensamiento
judío es la interpretación. Las escrituras, sagradas y accesibles,
constituyen el corazón de la conciencia judía. Muy a menudo
es
a partir de un simple versículo del cual se originan las más
grandes controversias y debates. Y es así como el Rabino
Abahu, sabio filósofo del siglo III, reflexiona sobre el significado
más profundo de los adverbios “lejos” y “cerca” del versículo.
Según su interpretación los profetas nunca son prosaicos,
por lo
que Isaías debe haberse referido a algo más profundo que
una
distinción geográfica. Dramáticamente, el Rabino Abahu
transforma el verso en un discurso moral ; Isaías hace
referencia al espíritu y no al espacio.
Según esto, el Rabino Abahu le quita el velo a una creencia
religiosa sorprendente : Una persona que ha pecado y ha dejado
de hacerlo se encuentra en un orden religioso superior a la que
nunca ha conocido el pecado. O en sus propias y provocativas
palabras : “En el lugar en el que están los penitentes, no hay
espacio para los justos perfectos.”. Su argumento, sin el cual
su punto de vista sería rápidamente descartado, es precisamente
el versículo que nos ocupa. Isaías menciona, en primer lugar,
a
los distanciados y alienados en el sentido religioso. Su regreso
es especialmente grato a Dios. Y es solamente entonces que el
profeta le da la bienvenida a los que están cerca, a aquellos que
en realidad nunca se han alejado.
Pero el Talmud es una cultura de conflicto, de puntos de vista
diferentes que se enfrentan en el interludio que hay entre la
existencia humana y la comprensión religiosa. Sus editores en
este punto nos recuerdan que la declaración del Rabino Abahu
es una desviación radical de la posición más convencional
de su
maestro, el Rabino Yochanan, quien tuvo una lectura
absolutamente diferente del versículo de Isaías. Sí,
en efecto
nos encontramos en el dominio de la moral y de la piedad. Pero
la palabra “lejos” se debe entender como aquél que ha vivido una
vida inmaculada alejada de todo pecado. La palabra “cerca”
viene después, pues se refiere a aquella persona que hace
mucho tiempo vive a la sombra de la maldad (o sea, cerca del
pecado) y que ha decidido regresar al buen camino.
Me siento realmente fascinado con esta disputa. No sólo
convalida el derecho de un estudiante maduro a oponerse al
punto de vista de su profesor, sino que en este caso la postura
más atrevida y compasiva, la del Rabino Abahu, es la que ha
prevalecido en el judaísmo. En el siglo XII, Maimónides la
repitió
en su amplio código de leyes judías, aduciendo el motivo
siguiente :
“El mérito de los penitentes es mayor que el de los justos
perfectos, porque los primeros han tenido que luchar con mayor
fuerza para dominar sus pasiones.”.
No conozco ningún mensaje más apropiado o estimulante para
el
comienzo de un nuevo año, ya sea éste académico o
religioso.
Todos nos quedamos a menudo cortos en nuestras aspiraciones
e ideales. Es crucial para nuestro bienestar psíquico recordar
que lo que el judaísmo valora más que nada es nuestra lucha
por
vencernos a nosotros mismos. ¿Quiénes son los que se hallan
en la cúspide de la jerarquía espiritual judía ? No
son aquellos
dotados naturalmente de todos los instintos correctos, o
herméticamente sellados contra toda tentación ; son más
bien
aquéllos que se han desviado y han tropezado y han tenido que
forcejear en su camino de vuelta. El judaísmo concede un
premio moral a la agonía que lleva el alcanzar una vida de virtud
y
piedad.
Ni es este fin cuantificable. Los rabinos que se reunieron en
Yavne a revivir y reestructurar el judaísmo tras la destrucción
del
Segundo Templo repudiaron, en un fragmento profundo de
consenso religioso, el impulso de correlacionar la piedad con un
número fijo de mandamientos : “Ya sea que logremos observar
muchos o pocos, lo que cuenta es que nuestro corazón esté
dirigido en su totalidad hacia Dios.”. Es la pureza de las
intenciones de cada uno de los actos religiosos lo que hace la
diferencia en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea, más
que la proliferación mecánica y obsesiva de tales actos.
En esta época del año, el judaísmo nuevamente nos
llama a
considerar cuán razonables, sanas y asequibles son sus
expectativas para nosotros. Ruego porque en la serenidad de los
servicios de las Altas Festividades, usted descubra aún otro
aspecto más del judaísmo que decida adoptar como suyo
durante el año que apenas comienza, y que Dios les inscriba, a
usted y a sus seres queridos, tanto a los que se hallan “lejos”
como a los que se hallan “cerca”, en el Libro de la Vida.
Shaná Tová
Ishmar Schorsch
La publicación y distribución de los comentarios de la parashá
ha-shavuá del Dr Schorsch han sido posibles por la colaboración
generosa de Rita Dee y Harold Hassenfeld.