Parashá Qui Tisa 5757
Éxodo 30:11 - 34:35
1 marzo 1997 / 22 adar I 5757
(Traductor : Marco Antonio Solano, m.solano@mailcity.com)

Cuando mi familia emigró de la Alemania Nazi en 1938, partimos sin un 
centavo. No estaba permitido portar o cambiar moneda alemana al extranjero. 
Sólo nuestras pertenencias domésticas incluyendo la biblioteca de mi padre 
podían acompañarnos. Y así, como un inquieto niño en Pottstown, 
Pennsylvania (USA), escalaba irreverentemente los descomunales y formales 
muebles celosamente protegidos por mi madre y miraba embobado los grandes 
estantes que guardaban el mundo en el que vivía mi padre. A menudo mi padre
lamentaba la destrucción de algunos libros por el agua que entró en algunas 
cajas durante el trayecto.

Para mí, el judaísmo era desde el principio una religión irremediablemente 
cerebral. Un escritorio grande en medio de nuestra sala era el rincón favorito de 
mi padre no sólo porque era un rabino, sino porque le encantaba estudiar. Sus 
sagrados libros eran su patria portátil, le ayudaban a sobreponerse a la 
desorientación de la expulsión y a la tarea de asimilar un nuevo idioma y una 
nueva cultura en la madurez de su vida. La Torá frecuentemente ha jugado ese 
papel estabilizador para la gente judía, arrebatando un rincón de cordura de la 
más brutal agitación.

Esta gloriosa y libresca cualidad del judaísmo es anticipada en el parashá de 
esta semana remarcando la imagen de Dios. Retornando brevemente al modo 
narrativo, la Torá recuenta la última historia de ingratitud y deslealtad: La 
Adoración de Israel del Becerro de Oro. En la ausencia de Moisés en lo alto del 
Monte Sinai, la gente se inquietó y exigió un símbolo concreto, pagano y vulgar 
de la presencia protectora de Dios. Antes de su descenso Moisés suplica a Dios 
que perdone a su pueblo, pero el contemplar el espectáculo de idolatría lo lleva 
a romper las tablas de Los Diez Mandamientos y llevar a su propia tribu, la 
Levi, a aniquilar unos 3000 juerguistas.

Aún así, Moisés regresa pronto a su más acostumbrado modo de interceder, 
tratando de apaciguar la ira de la decepción de Dios. La segunda vez que se 
enfrenta a Dios, amenaza con renunciar a su liderazgo a menos que Dios se 
retracte: “¡Te ruego! ¡ha incurrido este pueblo en pecado grande! Se hicieron 
ídolos de oro. Y ahora, si has de perdonar su pecado... y si no, bórrame ahora 
de Tu libro (mi-sifrekha), el que has escrito (Éxodo 32 :31-32).”. Pero el Señor 
dice a Moisés : “A quien ha pecado ante Mí, habré de borrar de Mi libro (mi-
sifri) (Éxodo 32 : 33).”.

Esta es la primera referencia en la Biblia hebrea (aunque no la última, véanse 
Salmos 69:29, Malaquías 3 :16, y Daniel 7:10) de que Dios posee algún tipo de 
libro. De hecho Rashi (s. XI), prefiere no interpretarlo como tal, sino más bien 
como una referencia a la Torá. Moisés está pidiendo a Dios que quite su 
nombre de la Torá para que las generaciones futuras no piensen que Moisés temió 
contravenir la voluntad de Dios. Al contrario, su misma petición a Dios muestra 
una disposición a ser olvidado de la memoria junto con el pueblo que le falló. Él 
no iba a permitir que su destino fuera separado del de Israel.

Aunque Najmanides (s. XIII) está totalmente de acuerdo con el altruísmo 
atribuído a Moisés por Rashi, rechaza la Torá como el libro en discusión. La 
respuesta de Dios a Moisés tendría poco sentido. En primer lugar los nombres 
de israelitas llanos nunca fueron grabados en la Torá. ¿Qué había ahí para 
borrar? En consecuencia Najmanides prefiere apostar fuerte. El libro en 
cuestión del que Moisés pide ser borrado es El Libro de la Vida. Najmanides 
interpreta a Moisés como quien asume el castigo que le esperaba a los Israelitas 
que pecaron, más que como el “Sirviente Sufrido” descrito por Isaías : “...estaba 
herido por nuestras transgresiones, aplastado por nuestras iniquidades, y por 
sus llagas fuimos sanados (Isaías 53:5).”.

Podemos dar por sentado que Najmanides, quien se enfrentó a la Iglesia 
Católica en la disputa de Barcelona en 1623, era consciente de cómo los 
cristianos habían aplicado ese versículo y otros de Isaías al destino de su 
fundador. En nuestro pasaje él parece estar dando un ligero toque cristiano a la 
figura de Moisés quien se empeña en sufrir con su pueblo, si no le permite Dios
sufrir por ellos.

En cualquier caso, si aceptamos la interpretación de Rashi o de Najmanides, el 
enigmático mensaje que subyace en el libro del Éxodo lo eleva como 
instrumento valioso de lo divino. Mientras que la imagen de Dios que gobierna 
con la ayuda de un documento escrito sugiere por una parte una semejanza de 
orden y justicia en la conducta de los asuntos humanos, por otra parte la asociación
entre Dios y el libro infunde a la alfabetización un valor supremo. Un canon 
escrito eventualmente cristalizaría como el depósito de la palabra divina y la 
experiencia histórica de la nación, y su lectura regular se convertiría en el centro 
de una forma nueva y sumamente verbal de culto público.

En el espíritu de esa imagen original, los Rabinos llegaron a la poesía para 
alabar el lenguaje y la alfabetización. Ellos afirmaron que la Torá había existido 
antes de la creación , y de hecho, sirvió como un plano a Dios. Ellos hablaron de 
las 22 letras del alfabeto hebreo como las piedras de la creación, las cuales Dios 
talló y combinó en variaciones infinitas como una versión literaria del ADN, 
para realizar un cosmos de ilimitada expansión y diversidad. Los Rabinos 
especularon que Dios eligió al maestro Bezalel, para erigir el tabernáculo 
porque sólo él conocía el misterio de cómo manipular esas mismas letras de 
manera creativa.

Al final de la creación, los Rabinos imaginaron una espada y un libro 
descendiendo desde el cielo que simbolizaban la naturaleza dual de la 
humanidad. Nuestro mundo sobreviviría sólo si el poder civilizador del Libro 
llegara a prevalecer sobre la anarquía de la espada. Para ese fin, perfilaron un 
Dios que inicia cada día con un período de estudio de la Torá, poniendo a los 
humanos un ejemplo que imitar.

Finalmente, imaginaron a Dios a la vuelta de cada año revisando lo escrito por 
cada ser humano durante el año anterior. Hay tres libros en la corte más alta : 
uno para los rectos, otro para los malvados y uno para el resto de nosotros cuya 
actuación está inextricablemente mezclada. En las primeras dos categorías Dios 
emite juicio rápidamente. Sólo para la tercera y más grande categoría el juicio se 
retrasa diez días hasta Yom Kipur para ver si la contrición inclina la balanza 
hacia otro año más de vida.

Creo que no es una exageración decir que la religión basada en libros salió de la 
imagen de Dios con un libro. En el judaísmo la alfabetización nos lleva a la piedad, 
el acceso a Dios lo lleva a uno a través del portal de la palabra escrita. Y con la 
abundancia de la herencia judía traducida hoy en día, no hay ninguna excusa 
para que nadie se sienta separado o excluido.

Shabat shalom u-mevoráj

Ishmar Schorsch

La publicación y distribución (en inglés) de los comentarios de la parashá ha-shavúa del 
Dr Schorsch han sido posibles gracias a la generosa colaboración de Rita Dee y 
Harold Hassenfeld.