Parashá Noaj 5754
Génesis 6:9 - 11:32 
16 octubre 1993 / Rosh Hodesh Jeshván 5754
(Traductor : Jorge Ayona, cdvida@amauta.rcp.net.pe)

Cuán rápidamente el gozo de Dios en la creación se convierte en lamento!
En el espacio de una sola parashá, en cuestión de diez generaciones, la
Humanidad tiñe la tierra con violencia que convierte el paraíso en perdición.
Cito de la incomparable epopeya de Milton, El Paraíso Perdido:

¡Vergüenza para el hombre! Diablo con diablo, réprobos, 
pactan firme concordia, sólo en hombres ajena 
de entre los racionales, aun bajo la esperanza 
de la gracia divina ; y aunque Dios paz proclame, 
entre sí atizan ellos odio, aversión , querellas, 
se hacen guerras crueles y la tierra devastan
para irse unos a otros entre sí destruyendo,...
(Libro II : líneas 496-502 ; traducción de Abilio Echeverría,
versión poética, ed. Planeta, Barcelona, España, 1993)

La decisión de Dios de destruir la civilización es una medida de la decadencia 
de ésta y de la pérdida de toda esperanza por parte de Dios. La continuidad de 
la vida humana pende de un hilo, el favor que un hombre todavía halla a los ojos 
de Dios.

Pero ¿qué clase de hombre es Noé? La Torá lo describe concisamente: "Noé 
era un hombre justo, sin culpa en su generación (Génesis 6:9).”. El Midrásh, al 
cual no se le escapa un detalle, está perplejo por la fuerza de la palabra 
adicional "Bedorotav - en su generación". ¿Esto enaltece o rebaja el mérito de 
Noé? Como pueden imaginar, existen dos puntos de vista. El primero sugiere 
que en verdad la palabra llega a un límite. La justicia de Noé sobrepasaba la de 
sus vecinos, pero difícilmente competía con la de Moisés o Samuel. Pero dadas 
las condiciones, no hace falta una gran dosis de justicia para sobresalir frente a 
los otros.

El punto de vista opuesto sostiene que la palabra engrandece el mérito de Noé. 
Si él podía manejar el asunto de ser un hombre bueno en un entorno totalmente 
opuesto, ¡Cuánto más noble y distinguido sería su comportamiento en una 
comunidad de personas que piensen como él !. 

Habiendo crecido en un pueblo pequeño sin el beneficio de una gran 
comunidad judía, de buena gana me identifico con la segunda posición. El 
criterio último no es el nivel de realización, sino el esfuerzo requerido para 
hacerlo. Es mucho más fácil ser judío en Nueva York que en algún lugar 
apartado de los centros urbanísticos de América. La línea vital de un fuerte 
sistema de apoyo compensa la corriente de la asimilación. La virtud de Noé fue 
la de preservar un mínimo de decencia en una sociedad indecente, sólo y por 
medio de la virtud de un esfuerzo constante. Esto es lo que llamó la atención de 
Dios e incluso urgió a los Rabinos a formular el siguiente magnánimo y benigno 
principio Halájico: "Quienquiera que cumpla un único mandamiento, le irá bien 
por esto y sus días serán prolongados y heredará la tierra (Mishná Kiddushín 
1:10).". Las circunstancias difíciles no son excusa para dejarlo todo. El esfuerzo 
y compromiso que conllevan el preservar un rinconcito de judaísmo, no quedarán 
sin recompensa.

De hecho, la Torá implica que Noé no era exactamente un parangón de virtud. 
Nos ha sido dada suficiente evidencia para ver sus imperfecciones. Me refiero a 
su silencio a través de todo el diluvio devastador. A diferencia de Abraham, él no 
levantó su voz en protesta ante la perspectiva de una calamidad global. 
Abraham argumentó a Dios, larga y duramente, acerca del destino de sólo dos 
ciudades. Noé no hizo más que atender mansamente la advertencia divina de 
salvarse él mismo. 

Tampoco escuchamos la voz de Noé después de que la devastación se había 
ejecutado. Es verdad que se apuró en construir un altar y ofrecer lo que puede 
ser un sentido sacrificio de acción de gracias. Pero anhelamos encontrar un 
destello de angustia o perplejidad humanas a la vista de tan vasta destrucción. 
¿Es tal vez ésta la razón por la cuál Noé plantó después del diluvio una viña 
para escapar del horror? El centro del texto es exclusivamente el remordimiento 
divino y no la ira de Noé.

La omisión apela al Midrash y al Zohar, la obra clásica del misticismo medieval 
judío, favoreciéndonos con una chispa de genio religioso:

Cuando Noé salió del arca, abrió sus ojos y vió el mundo entero completamente 
destruido. Comenzó a clamar por el mundo y dijo: "¡Amo del mundo! Si 
destruiste tu mundo por causa del pecado y la necedad humanas, entonces 
¿Por qué los creaste? Debes hacer una de dos cosas: ¡No crear al ser humano 
o no destruir el mundo!...".

El Santo, Bendito sea, le respondió: "¡Pastor estúpido! Ahora dices esto pero no 
cuando te hablé con ternura diciendo : 'Hazte un arca de madera resinosa...'. 
Tomé tiempo contigo y te hablé en detalle ¡para que pidieras misericordia por el 
mundo! Pero tan pronto como escuchaste que estarías a salvo en el arca, el mal 
del mundo no tocó tu corazón. Construiste el arca y te salvaste a ti mismo. Ahora 
que el mundo ha sido destruído, ¿Abres tu boca para soltar preguntas y 
súplicas?". (Traducido al inglés por Daniel Chanan Matt)

Sin tomar en cuenta sus faltas, Dios rescató a Noé, porque la justicia no es 
perfección moral sino la búsqueda intensa y obsesiva de la misma.

Shabat shalom a-mevoráj

Ismar Schorsch