Parashá Emor 5757
Lévitico 21:1 - 24:23
17 mayo 1997 / 10 iyar 5757
(Traductor: Victorino Cortés Huertas; victorino@redestb.es)

En ciertos actos religiosos judíos se requiere un minyan. No
leemos el rollo de la Torá ni recitamos la haftará sin un minyan.
Un cantor que dirige un servicio que incluye la recitación de la
bendición barkhu o la kedusha en la amida o un kaddish de los
que guardan luto necesita igualmente la presencia de un minyan.
También en una boda. Los momentos de mayor santidad requieren
la comunidad. Nosotros conseguimos una visión de la preocupación
de Dios hacia nosotros cuando entramos en un espacio lleno de
almas gemelas. En la Adoración pública, el pasado y el presente
judíos se unen para infundir en nosotros el poder espiritual para
alcanzar lo trascendental.

Los rabinos interpretan un verso en la parasha de esta semana
para fundamentar ese principio básico judío en el texto de la Torá.
Al final de una sección donde se tratan las prescripciones para el
Tabernáculo, Dios dice a Moisés: "Y no profanaréis la santidad de
Mi Nombre y seré santificado entre los hijos de Israel (Levítico 22:32).".
El versículo parece implicar que la Santificación de Dios debe tener
lugar en público y no en la privacidad del hogar o del corazón de uno.
Rav Ada bar Ahava hace explícito lo implícito:

¿Cómo sabemos que un judío no debe recitar la
kedusha sólo? Porque la Torá acentúa que "...Dios
puede ser santificado entre la población israelita.".
(En hebreo kedusha y ve-nikdashti proceden de la
misma raíz kaddesh-santificar.).

Y en otras partes de la Torá, la misma palabra "entre" (tokh)
aparece cuando Dios le dice a Moisés que se distancie del grupo
rebelde de Korah: "Alejáos de esta (mi-tokh) gente (ha-eda) y los
consumiré en un momento (Números 16:21).". De aquí, en ambos versos
donde la palabra tokh está presente, estamos tratando con una
asamblea de gente.

¿Por qué específicamente 10 y no, por ejemplo, 25 (el grupo de Korah
era de 250). Porque la palabra eda, comunidad, está asociada
explícitamente con el número 10 en un versículo de la historia de los
doce espías. Dios está exasperado con el informe negativo de la tierra de
Canaan que diez de ellos dieron (excepto Joshua y Caleb) y Dios dice a
Moisés: "¿Hasta cuándo he de soportar a esta mala gente (ha-eda) que
murmura contra Mí? (Números 14:27).". Finalmente, nosotros tenemos
una correlación que otorga a la palabra eda, comunidad, el significado
de 10. Sí A=B=C, entonces A debe también ser igual a C. Así, el pasaje
de la historia de los espías define el tamaño de eda en el campamento
de Korah, que, a su vez, a través de la palabra tokh (entre) limita
la kedusha en cualquier pasaje a una congregación de 10.

Aunque todas estas equivalencias pueden sonar un poco pedantes y
triviales al oído moderno, sin embargo es un ejemplo maravilloso de
la precisión con la que los rabinos leen la Torá. Puesto que el empuje
básico del judaísmo es expresar su impulso religioso y su sensibilidad
en normas legales y en instituciones, el rabino trata la Torá como un
texto legal, sujeto a constante examen y reinterpretación. Del mismo
modo que con la constitución americana, asuntos importantes dependen
de la interpretación de unas pocas palabras.

E incluso así los rabinos no son totalmente arbitrarios en su esfuerzo
exegético por unir lo sagrado a la formación comunal, esto es,
inyectando un valor ajeno en un texto antiguo, violentando así su
significado original y su intención. En nuestra parasha, hay un eco
de la comunidad como el vehículo dominante para expresar la santidad
que reside en cómo nosotros comprendemos el término enigmático para
los días sagrados, mikra'e kodesh, que la nueva traducción de la
Sociedad Judía de Publicaciones (JPS) interpreta como "las ocasiones
sagradas" pero la antigua traducción de la JPS (preservada en la
Humash de Hertz) traducía como "convocatorias sagradas (Levítico 23:4)".
Todavía puedo escuchar la discusión sobre este punto entre Gerson
Cohen y George Steiner en el ascensor del seminario (interminablemente
lento pero apropiado para la buena conversación) en 1985 cuando el
cosmopolita Steiner vino a dar su conferencia ligeramente anti-sionista
titulada " Nuestra Tierra, el Texto".

En discusión está si el libro del Levítico, cuando describe los días
sagrados de Israel como mikra'e kodesh intenta acentuar el atributo
del tiempo o del espacio. Yo prefiero la antigua traducción que sigue
el comentario de Nachmanides (s.XIII) porque imagina asambleas de
gentes reunidas para celebrar el festival en comunidad. Considero
que la traducción de "ocasiones sagradas" añade poco que no esté
ya en la designación moade ha-shem, "mis tiempos fijados". Así los
festivales estipulados en esta interpretación del calendario sacerdotal
son ocasiones para reforzar un sentido de comunidad, lo mismo para
lo que los tres festivales de peregrinaje fueron diseñados. Lo mismo
que la comunidad intensifica nuestra experiencia de lo sagrado, los
días sagrados profundizan los lazos de familia y comunidad. La
interrelación de espacio y tiempo, calendario y comunidad, alabanza
comunal y experiencia religiosa es exquisita.

No es en vano, pues, que en la liturgia de Pesaj, Shavuot y Succot
nosotros repetidamente invoquemos a Dios como Él Que santifica
ciertos tiempos del año más que otros. El calendario es el semillero
de la comunidad. Como judíos nosotros no buscamos a Dios en el
ensimismamiento de nuestra soledad, sino que por el contrario lo
hacemos abandonándonos en el abrazo de una "convocatoria sagrada".

Al principio de cada servicio matutino cuando nosotros entramos en
la sinagoga entonamos suavemente unos versos muy apropiados de
la Torá. Entre ellos, uno da voz a nuestra esperanza de que éste
pudiera ser el momento oportuno para acercarnos a Dios: "Rezo
para que este sea un tiempo oportuno para mi oración, oh Dios
(Salmo 69:14).". El Talmud pregunta: "¿Qué constituye un tiempo
oportuno? El momento en el que la congregación se reúne para orar.".
El Judaísmo muestra una fuerte preferencia por la oración comunal.
Dios no desdeña las fervientes oraciones de muchos judíos dichas
al unísono en grupo.

Esto es lo que el judaísmo tiene que ofrecer y enseñar a nuestra
confusa y auto-indulgente época: "Benditos son aquellos que habitan
en Tu Casa (Salmo 145:1).". La senda indirecta hacia Dios nos
aparta del foco constreñido de uno mismo hacía el mundo expansivo
del otro. Cuando nosotros encontremos la renovación en la sinagoga,
nosotros habremos conseguido acceder al más grande beneficio del
judaísmo-la salvación en este mundo.

Shabat shalom u-mevoraj

Ishamar Schorsch

La publicación y distribución de los comentarios (en inglés) de los
parashá ha-shavuá de Dr Schrosch han sido posibles por la
colaboración generosa de Rita Dee y Harold Hassenfeld.