Parashá Bo 5756
Éxodo 10:1 - 13:16
27 enero 1996 / 6 shvat 5756
(Traductor: Victorino Cortés, victorino@redestb.es)
Isidor I. Rabi, que nació en Austria
en 1898, ganó el premio Nobel de
física en 1944. Él era todavía una presencia venerable
en Columbia
University (Nueva York), cuando yo me uní a la facultad a finales
de
los sesenta. Aunque yo sólo me encontré con él en
pocas ocasiones,
me impresionó con su buen humor, su humanidad y su interés
por
los asuntos judíos. Después de su muerte en enero de 1988,
supe
que una vez un amigo que le admiraba le preguntó: "¿Porqué
te
hiciste científico, en lugar de doctor o abogado u hombre de
negocios, como la mayoría de los chicos inmigrantes en tu barrio?".
El respondió: "Mi madre me hizo científico sin ni siquiera
pretenderlo.
Todas las otras madres judías en Brooklyn preguntaban a sus hijos
después del colegio: '¿Entonces? ¿Aprendiste algo
hoy?'. Pero no mi
madre. Ella siempre me hacía una pregunta diferente. Ella me
preguntaba: '¿Izzy? ¿Hiciste una buena pregunta hoy?'. Esa
diferencia - hacer buenas preguntas - me hizo científico.".
Me encanta esta historia porque suena a verdadera. Formular
preguntas acertadas corresponde a un nivel de aprendizaje más
elevado. Supone una mayor medida de participación, escepticismo
y
originalidad que contestar las preguntas que nos son hechas por otra
persona.
La historia es también esencialmente judía. El Talmud ofrece
un
premio a quien exige su derecho a preguntar. Casi todas las piezas
de la Gemara comienzan preguntando por las bases escriturales de
la Mishna específica que se discute. Escrutar de nuevo el ejercicio
de
los ritos piadosos y las prácticas convencionales es el fermento
que
empuja el debate a nuevas profundidades, manteniendo al judaísmo
vivo e interactivo. Ninguna codificación jaláquica, no importa
lo
venerado que sea su autor, escapó jamás al ojo crítico
de
comentaristas posteriores.
Nuestra parasha anticipa este remarcable rasgo cultural
reconociendo el derecho de los niños a discutir con sus padres.
Dos
veces en el curso de la descripción de ritos ceremoniales que Israel
tiene que realizar en el tiempo del Éxodo desde Egipto, y de ahí
en
adelante, Dios percibe la pregunta de curiosos jóvenes
espectadores: "Y cuando tus hijos te pregunten (después de
que te
hayas establecido en la tierra) : ‘¿Qué significa este rito?’.
Tú dirás...
(Éxodo 12:26, y de nuevo en 13:14).". Y en un tercer pasaje,
aunque
la referencia a la pregunta se omite, sin embargo el texto implica que
el que se narre la historia (ve-higadeta) se debe a que se contesta
una pregunta: "Y tú explicarás a tu hijo en ese día:
‘Esto es así por lo
que el Señor hizo por mi cuando yo salí libre de Egipto.’.
(Éxodo
13:8)." .
Si todo esto suena vagamente familiar, es porque así debe ser.
Porque estos son los pasajes de las escrituras (además de uno más
en el Deuteronomio 6:20) que dio origen al más popular de los libros
judíos, la Jagadá de Pésaj. Esencialmente es un guión
para un
pequeño teatro doméstico, un diálogo entre padres
e hijos que se
inicia con las cuatro preguntas. Rito y arte se combinan para
estimular los sentidos y hacer surgir preguntas. Cualquiera que sea el
origen preciso de la Jagadá, que significa contar y es la forma
nominal del verbo "ve-higadeta" (y tú dirás), el
libro capta
brillantemente el espíritu de nuestra parashá.
Incluso, la Misná (editada aproximadamente en el año 200
e.c.) ya
estipula que después de que se llene la segunda copa (esto es,
después de la recitación del kiddush y de que algunos vegetales
se
sumerjan y se coman), el hijo tiene que realizar cuatro preguntas
(ligeramente diferente de las nuestras). Y con un fino toque
pedagógico, la Misná añade que el padre tiene que
contestar al niño
a su nivel. Este no es un momento para asombrar, sino para una
toma de contacto.
Lo que no aparece en esta temprana etapa de la cristalización de
la
Jagadá es la idea de cuatro niños, una gema pedagógica
inducida, al
menos parcialmente, por la estructura de cuatro copas de vino y
cuatro preguntas. Más profundamente, la referencia a cuatro clases
de personas es un reconocimiento honesto de la diversidad dentro la
familia humana. Aunque creados a partir del mismo molde, nosotros
estamos dotados de un amplio abanico de inflexiones emocionales e
intelectuales. El padre sensible o el maestro o el líder intuyen
lo que
requiere el momento. Interpretar mal a nuestra audiencia es cerrar por
anticipado la posibilidad de comunicarse. Pero sin embargo, el retrato
de cuatro chicos diversos no implica que tengamos una obligación
de llegar a todos ellos por igual. Solamente tres de los 4 - el sabio,
el
simple y el niño que casi no sabe aún cómo preguntar
- merecen
nuestra seria y ajustada atención. Los malvados, por la formulación
de sus preguntas y por el tono de sus voces, preguntan solamente
para repudiar y apartarse. Por el momento están más allá
de nuestro
alcance y la Jagadá nos instruye para que los rechacemos :
Puesto que el hijo malvado se aparta él mismo de la comunidad al
negar el papel de Dios en el Éxodo, contúrbale respondiendo:
"Por
eso me hizo el Eterno salir de Egipto (Éxodo 13:8).". A mí,
no a él.
Puesto que de haber estado él allí, no habría sido
redimido.
No todas las preguntas traicionan el interés o la identificación.
Sin un
punto de partida, no hay oportunidad de interacción. Nuestra energía
es limitada. Se nos anima a invertirla en los casos con los que
tenemos una posibilidad de hacer una diferencia en la sociedad. Pero
la vida es dolorosamente transitiva. Él que estaba fuera ayer
podría convertirse en el que busca mañana. La Jagadá
habla
solamente del momento y no de lo que se ha de hacer para siempre.
Cuando la calidad de la pregunta cambia, así debe hacerlo también
nuestra respuesta. Nosotros debemos permanecer atentos a los
signos de crecimiento y maduración.
Mientras tanto, nosotros tenemos que mejorar nuestra capacidad
para narrar la historia. El judaísmo es un glorioso diálogo
ininterrumpido con Dios que comprende cuatro milenios y toda forma
de expresión humana. Si la pregunta correcta es nuestra oportunidad,
el contenido y la convicción de nuestro relato son la clave para
ser
escuchados. El poder de una buena historia es irresistible. Nuestra
obligación no es contestar completamente o adecuadamente a cada
pregunta que nuestros hijos o amigos pudieran hacernos acerca del
judaísmo (algunos no tienen ninguna), sino cultivar la actitud que
hará posible que se formulen más preguntas. ¿Y qué
mejor camino
hay que partir en busca de las respuestas juntos? ; unirse para
recontar la misma gesta épica.
Shabat shalom u-mevoráj
Ishmar Schorsch