Parashá Beshalah 5754
Éxodo 13:17 - 17:16
22 énero 1994 / 10 shvat 5754
(Traductor: Victorino Cortés, victorino@redestb.es)
De forma diferente a la mayoría de
los shabats del año, el de esta
semana lleva un nombre especial. Se le conoce como “Shabat
Shirah - El Shabat de la Canción”, a partir de "La canción
al borde del
mar" que se recita en la parasha de esta semana (Éxodo 15:1-19).
Un ejemplo de poesía bíblica arcaica, la canción cuenta
con placer
especial la liberación de Israel, atrapado entre el “Mar de los
Juncos”, es decir, el Mar Rojo y el ejército egipcio, por medio
de
otro milagro divino. Y así en medio del invierno, cada año,
la
descendencia del antiguo Israel prorrumpe en una canción gozosa,
como si la redención acabase de ocurrir.
El atravesar el mar aparece como un epílogo dramático al
éxodo.
La Torá podía haber elegido, después de todo, acabar
su historia
de la esclavitud en Egipto con la salida de Israel de Egipto. Pero el
cambio final en el corazón del faraón trae como consecuencia
el
último e irreversible triunfo de Dios. El faraón, hijo primogénito
del dios Sol Ra, perece con sus tropas. Dios pasa de golpear
duramente al primogénito nacido de Egipto a hacerlo sobre el
primogénito de Ra. Israel, el primogénito del propio Dios,
sobrevive sin heridas.
Además la historia acaba como comenzó, en un cuerpo de aguas.
El ahogamiento del ejército egipcio lleva la firma de la justicia
poética. Al comienzo, los egipcios habían buscado aniquilar
a
Israel por medio de ahogar a sus hijos varones, ahora Dios
destruye el símbolo de su poder y hombría a través
del mismo
medio.
En juego en este maravilloso relato de redención no está
solamente
el supremo valor de la libertad humana, sino también el repudio
a
una civilización religiosa repugnante. La Torá rechaza una
política
que reverencia a sus gobernantes como la encarnación de Dios y
descansa en un sistema de esclavitud, un calendario basado
solamente en el sol, y una religión obsesionada con la muerte y
la
vida futura. El éxodo de Israel desde Egipto refleja una ruptura
radical con los valores y las instituciones del antiguo Oriente
Próximo.
A menudo se pierde de vista en esta perspectiva lo que la Torá
hace con los festivales de la naturaleza de las culturas
circundantes. Estos momentos de celebración comunal en el
tiempo de cosecha se transforman para que sean ahora asociados
con sucesos críticos en la historia de Israel. El judaísmo
sustituye a
la naturaleza con la historia como categoría básica de la
experiencia religiosa: Pesaj conmemora la renovación nacional de
Israel después del periodo de esclavitud, más que la renovación
de
la naturaleza tras el invierno. Succot guarda la memoria de la
dependencia de Israel de la gracia divina en el desierto; y Shavuot,
la revelación en el Sinaí. Para estar seguro, estos festivales
retienen un sustrato agrícola, pero su significado primario es,
sin
embargo, de carácter histórico. Incluso el Shabat, desconocido
en
la antigüedad pagana y sin relación con ningún ciclo
de la
naturaleza, se justifica históricamente como un recuerdo de la
creación del mundo.
Las consecuencias de este cambio de la naturaleza por la historia
refuerzan la idea de un monoteísmo ético. El judaísmo
desarrolla
una concepción lineal del tiempo opuesta a la cíclica y santifica
hechos o sucesos en vez de lugares. La montaña de Sinaí no
es
sagrada, o ni siquiera conocida, pero el momento de la revelación
sí lo es. La Torá intencionadamente nos oculta el lugar donde
Moisés está enterrado. El tiempo es un medio menos susceptible
para la idolatría o el politeísmo, en el que la presencia
de Dios se
manifiesta de modo audible más que visual. El tiempo se
convierte para el judaísmo en la corriente en la que la humanidad
y Dios se unen para completar juntos el trabajo de la creación.
El
rito de la circuncisión simboliza el estado incompleto del mundo
natural y el triunfo de la moralidad dibujará, en el futuro, la
naturaleza perfecta, llevando a la historia a su conclusión
mesiánica. Estos son extensos y complicados pensamientos,
traídos a la mente no solamente en este shabat en particular, sino
diariamente, cuando nosotros recitamos "La canción del mar"
en
nuestras oraciones matutinas. Sobre todo, los Rabinos vieron que
era apropiado incluirla porque este vigoroso poema celebra un
ejemplo poderoso de la intervención de Dios en la historia.
Atravesar el Mar Rojo se convirtió en algo emblemático de
la
preocupación, accesibilidad y compasión integrales de Dios.
El
pasado supone una garantía para el futuro. "Ehyeh Asher Ehyeh"
es además el Dios de la historia, para siempre inmiscuido en el
destino de Israel, como una presencia duradera.
En la oscuridad de Theresienstadt, Leo Beck escribe una confesión
desafiante de fe publicada en 1955 como "Este Pueblo de Israel
(This People Israel)". Cuando él llegó a "La canción
del mar", su
espíritu se elevó sobre la podredumbre del momento:
Israel sabía que más allá de la historia y revelandose
a sí mismo dentro
de ella, allí habita una gran paciencia. La historia del mundo se
ha
convertido en una justicia paciente... La venganza está reservada
a
Dios... El pueblo permaneció fiel a esta canción y a esta
creencia y con
ello la historia misma se convirtió en una canción. La historia
no fue
solamente una aprehensión y una narración de lo que había
sucedido
aquí; ni fue solamente una posesión de estos que persiguieron
este
conocimiento y poder. Vivía dentro del pueblo como su certeza..
La
historia estaba entretejida con ese día que vino y con el que tenía
que
venir. Este pueblo es en efecto un pueblo que canta... cada día
desea su
canción. Incluso la oscuridad debe tenerla.
Una canción de tal poder merece una mayor atención. Desde
el
punto de vista estructural se divide en cuatro secciones. (Arcaico
no significa caótico.) El paso de una sección a otra se marca
por la
repetición de una frase: "tu mano derecha, oh Señor"
en el
versículo 6, "que es como Tú, oh Señor"
en el versículo 11, y "hasta
que Tu pueblo cruce", en el versículo 16.
En términos de contenido este himno de agradecimiento
proporciona un recorrido de la historia de Israel en un orden
cronológico. La introducción afirma la experiencia de Dios
en el
mar como un "guerrero" (v. 3). La segunda sección de nuevo
cuenta el fallo de los egipcios al cruzar el mar, mientras la tercera
se refiere, aunque no directamente, a la revelación en Sinaí
y el
pánico de las naciones ante los asombrosos hechos del Dios de
Israel, quien guía a Israel a través del desierto. La última
sección
termina triunfalmente con Israel establecido seguro y
confortablemente en la sagrada montaña de Dios en un santuario
construido por Dios.
Este es un drama con un solo actor, que indica una sensación
abrumadora de la presencia activa y constante de Dios. Dios
orquestó la aparición de Israel como una nación para
formar un
orden social alternativo. Pero la historia probó ser recalcitrante
y
el exilio se convirtió en el escenario de la vida judía.
De acuerdo
con esto, cuando los rabinos integran "La canción en el mar"
en el
libro de oraciones, se repite el versículo 18, como si ello fuera
otra
transición, y se añaden tres versos mesiánicos de
otros lugares de
las escrituras (Salmos 22:29, Obadiah 1:21, Zacarías 14:9),
manteniendo la promesa de la redención final. Tal mesianismo
“sostenido” fortaleció y frustró a los judíos al tiempo
que ellos
resistían las imperfecciones de su experiencia histórica.
Ishmar Schorsch