Parashá Beja’alotja 5755
Números 8:1 - 12:16
17 junio 1995 / 19 sivan 5755
(Traductora : Alba Toscano)

A pesar del tesón y grandeza de su personalidad, Moisés nunca 
podría ser el protagonista de un libro biográfico con éxito comercial. 
No sabemos bastante de su vida privada. Los nuevos libros sobre 
Franklin Delano Roosevelt o John F. Kennedy o Martin Luther King 
venden porque apagan nuestra sed por lo picaresco. Al iluminar sus 
vidas privadas, sus autores presumen de profundizar nuestros 
conocimientos para entender mejor sus ilustres carreras públicas. 
Desgraciadamente la búsqueda se ha convertido en una meta poco 
gratificante.

La Torá se niega a contarnos mucho sobre Moisés entre bastidores. 
¡Cómo añoramos atisbar un poco de su niñez priviligiada mientras 
vivía en la corte del Faraón!. Sólo los hechos más superficiales de 
su vida doméstica se comparten con nosotros. Perseguido por la ira 
del Faraón, Moisés se casa con Zipora, la hija de un sacerdote 
midianita, que le da dos hijos, Gershom y Eliezer (Éxodo 2:21-22, 
18:2-4).

Un hecho bastante sorprendente es que nunca jamás oímos de los 
hijos de Moisés. A diferencia del destino de los hijos de Aron de 
quien heredan el mando como sacerdotes, los hijos de Moisés no 
figuran como los herederos naturales del oficio de su padre. Ni 
siquiera se nos da una pista acerca del porqué. De hecho, sabemos 
tanto acerca del destino de sus hijos como acerca de la ubicación 
del sepulcro de Moisés. El liderazgo político en el Israel de Moisés 
se planteó en función de una personalidad carismática y no en 
función del nacimiento.

Una parte de la carencia de información se debe a la indignidad de 
Gershom y Eliezer como personajes para continuar el liderazgo de 
su padre. Un detalle muy tentador apunta a un patrón trágico 
bastante común en los hogares de los líderes bíblicos. El libro 
Jueces nos cuenta sobre una campaña militar de la tribu Dan para 
conseguir territorio en Israel que tuvo lugar no mucho después de la 
muerte de Sanson cuando “no había rey en Israel; cada cual hizo lo 
que le plació (Jueces 17:6).”. Los Danitas conquistaron Láish el 
pacífico pueblo fenicio, ubicado en la parte superior de Galilea. Lo 
renombraron Dan e instalaron un culto, con una imagen esculpida, 
dirigido por un tal “Yonatan, hijo de Gersom, hijo de Menase; y su 
descendencia (Jueces 18:30).”.

En hebreo sólo una letra, una nun, separa el nombre de Menase 
(Menasheh), del de Moisés (Mosheh), y está resaltado en el texto 
como si no debiese estar, lo cual sugiere una forma más antigua de 
leer el nombre Moisés. Los rabinos lo reconocen como tal : El nieto 
de Moisés presidió un santuario que violó la fe de su abuelo. Por 
respeto a Moisés, trataron de ocultar su identidad ligeramente al 
meter una nun suspendida, una letra que cuelga al igual que el 
titubeo de un niño de un padre prominente. Aunque la Biblia no 
llegue a revelar el coste doméstico que se cobra el liderazgo de 
Moisés, no es tan benevolente con la prole de las demás figuras 
públicas como Aron, Eli Samuel o David.

Pensemos en lo anterior unido a las quejas recurrentes de su 
ingrata y ansiosa nación que incluye más o menos 600.000 jóvenes 
en edad de servir en el ejército, y además Moisés tiene que 
aguantar la crítica de su propia familia. Miriam y Aron lo atacan por 
su comportamiento en asuntos domésticos: “¡Se casó con una 
mujer de Cush !.”, se dicen entre sí, o a Moisés, o, aun peor, 
públicamente. Añaden, “¿El Señor se ha revelado sólo por la boca 
de Moisés ? ¿No se ha revelado por nosotros también (Números 
12:1-2) ?.”. No sabemos absolutamente nada más acerca del 
contenido de su queja. La naturaleza críptica de aquellas palabras 
exige una elaboración por la imaginación del midrash.

Los rabinos tienden a identificar a Zipora como la mujer de tez 
oscura de Cush, a pesar de que “Cush” significa “Etiopía”, y a su 
vez convierten lo que parece un intento de empañar la procedencia 
de Zipora, en un asunto de castidad. Es interesante que interpreten 
el término “negro” como “bello en cuerpo y acciones”. Sin embargo, 
el matrimonio de Moisés estaba marcado por la separación aún 
cuando el esposo y la esposa vivían juntos. Hubo un momento en 
su lucha con el Faraón cuando se supone que Moisés debe de 
haber enviado a su familia de vuelta a Midian, y sólo luego se 
reunieron, traídos por Jetro, su suegro, justo antes de la aparición 
de Dios en Sinai. Por su propia cuenta, después de la experiencia 
de revelación, Moisés decide dejar las relaciones íntimas con su 
esposa, porque cree que no puede compartir la intimidad con Dios y 
con Zipora a la vez. Su razonamiento era el siguiente : Si los 
esposos israelitas tenían que distanciarse de sus esposas durante 3 
días antes de una revelación (Éxodo 19:10-11), para encontrar a 
Dios en un estado de pureza, el que conversa con Dios 
constantemente, y a menudo de improviso, debe mantenerse en un 
estado de pureza perpetua. Según el Talmud, Dios se rindió ante la 
lógica de Moisés.

Por su parte, Miriam no lo aceptó. Se dió cuenta de que Zipora ya 
no lucía alajas, y cuando le preguntó el porqué, su cuñada replicó 
que Moisés ignoraba su apariencia. Inmediatamente Miriam 
entendió lo que había sucedido, se lo dijo a Aron y juntos regañaron 
a Moisés por considerar incompatibles el matrimonio y la profecía. 
El meollo de su razonamiento era que Dios también les hablaba 
pero ellos no sentían la necesidad de dejar a sus parejas. El 
ascetismo de Moisés le delató como a alguien que sufría de una 
sensibilidad religiosa demasiado desarrollada.

Puede que esta lectura impresionante del Midrash no delate el 
propósito original de este texto. Si lo leemos en su contexto sin 
ningún aderezo ajeno, el comentario de Miriam y Aron, puede que 
sea una difamación étnica que surgió a causa del episodio previo de 
rebelión en el que la “chusma (Números 11 :4)”, es decir, los 
forasteros entre los israelitas, fomentó la discordancia contra 
Moisés. Sin embargo era un hecho que ¡Moisés estaba casado con 
una forastera !.

Por mi parte, prefiero la interpretación expuesta en el Midrash porque
la fe no es una cuestión de etnología. Israel ha tenido su ración de 
escépticos. Mejor, los rabinos volvieron a leer nuestra historia 
elíptica por la influencia de las tendencias ascéticas bien extendidas 
en su propia época, especialmente la de los cristianos primitivos. 
Ellos atribuyeron a Moisés el acogimiento de la castidad apoyándose 
una devoción intransigente a Dios, y en un desdén hacia el cuerpo 
humano que era clave en el enfoque hacia la unión y santidad de la 
familia. El servicio a Dios no exime de la orden suprema de “ser 
productivo y multiplicarse”. El matrimonio no tenía una posición 
inferior a la de la castidad sino que era una parte del orden de la 
creación. Si fuese necesario, un sefer torá, el artefacto más sacrado 
en el judaísmo, se podría vender para recaudar fondos para un 
casamiento. La intensidad espiritual no se buscaba a costa de las 
necesidades del cuerpo y de las responsabilidades sociales, sino a 
través de ellas y junto con ellas. Que el rechazo de un ideal 
monástico se puso en la boca de una mujer, hace que sea aun más 
provocativo.

Al mismo tiempo, el midrash alude funestamente a las demás 
víctimas de la ausencia de Moisés, es decir, sus hijos. Los 
productos de una madre no-israelita y un padre psicológicamente 
distanciado de ellos, fueron destinados a llegar a la madurez ciegos, 
abandonados a las creencias y prácticas que el monoteísmo de su 
padre luchó para dejar. Moisés no se burlaría del coste por haber 
hecho caso omiso a su vida privada.

Shabat shalom u-mevoraj

Ismar Schorsch

La publicación y distribución (en inglés) de los comentarios de Dr. 
Schorsch han sido posibles por la colaboración generosa de Rita 
Dee y Harold Hassenfeld.