Parashá Behar 5755
Levítico 25:1 - 26:2
20 mayo 1995 / 20 iyar 5755
(Traductor: Victorino Cortés Huertas, victorino@redestb.es)

Un viernes por la noche en invierno después del servicio,
sucedió que caminaba hacia casa en compañía de un hablador
estudiante del Seminario. Cuando recorríamos nuestro camino
por Broadway, pasamos junto a un rendido y demacrado hombre
que pedía en voz baja unas monedas. En el shabat yo presto
menos atención a esas súplicas angustiosas porque no llevo
dinero conmigo. Tampoco lo llevaba mi joven acompañante.
Sin embargo interrumpió cortésmente nuestra animada
conversación y le preguntó al hombre si quería un sandwich.
Cuando él respondió con evidente alegría que sí, el estudiante
sacó un sandwich envuelto limpiamente en una bolsa de plástico
y se lo dio a él. Obviamente, de forma distinta a mí, el estudiante
no permitió que el shabat le impidiera ayudar a la gente sin casa
que abarrota las aceras de Broadway en medio de la acrópolis
académica conocida como Morningside Heights. Aunque no nos
encontramos a ninguna otra persona sin casa antes de que nos
separáramos, por lo que sé, mi compañero todavía tenía uno o
dos sandwiches en su bolsa para alimentar a los hambrientos.
Su discreta demostración de previsión y compasión me conmovió
profundamente, al tiempo que me llenaba de orgullo.

De lo que yo fui testigo aquella noche habla el espíritu exigente
que gobierna la parasha de esta semana. La Torá nos da un
conjunto de instrucciones que buscan hacer concreto lo que
significa "amarás a tu prójimo como a ti mismo (Levítico19:18).".
Específicamente, se nos pide que actuemos personalmente para
impedir el declive de un prójimo israelita hacia una situación de
pobreza sin esperanza. El bienestar de la totalidad impone en
cada uno de nosotros una medida de responsabilidad para con
aquellos vecinos y ciudadanos afligidos por las desgracias
económicas, y nos anima, cuanto antes, a intervenir lo más
rápidamente posible. El ideal implícito es el de minimizar las
iniquidades del mercado libre que llevan a una estructura de
clases estratificada excesivamente.

Los cuatro consejos de compasión de Behar no sólo revelan una
secuencia lógica interna, sino que también están unidos por el uso
del mismo extraño verbo hebreo, mookh, que significa "hundirse
en la pobreza". De hecho, el verbo aparecerá exactamente una vez
más en todas las Escrituras, en el capítulo 27:8 del Levítico.

La Torá comienza con el primer estado de empobrecimiento, la
necesidad de vender parte de las tierras de uno, que en el antiguo
Israel era la fuente básica de la riqueza (Levítico 25:25). Si esto
ocurre, el objetivo es restaurar la totalidad del terreno a su propietario
original tan pronto como sea posible, a través de la compra por sus
parientes más próximos o por él mismo, cuando sus negocios vayan
a mejor. Si nada de esto ocurriera así, la tierra volvería a su propietario
original el año del jubileo, esto es el quincuagésimo año cuando todas
las parcelas de tierra vendidas tenían que ser devueltas a sus propietarios
originales. Con Dios considerado como el propietario último de toda la
tierra de Israel, la Torá hace provisión solamente de la tierra en préstamo,
no permitiendo ninguna transferencia permanente de propiedad (como de
hecho es el caso en el moderno Israel).

Si el descenso económico continuara hasta el punto donde un israelita
perdiera toda su tierra y se convirtiera en deudor de otro israelita, la
Torá estipula que él tiene que ser tratado como a un pariente: "No le
prestarás dinero a interés, ni le darás tu comida con intención de ganancia
(Levítico 25:37).". En el espíritu de esta regulación, los rabinos intensificaron
el significado del verbo ve-hehezakta bo (Lev. 25:35) del descriptivo
"le sostendrás como si él fuera un residente extranjero", al prescriptivo
"tú le fortalecerás", significando, interceder lo más rápidamente posible.
No esperes hasta que se haya colapsado completamente. Ayúdale ahora
mientras que él aún está de pie, porque, como la midrash lo explica de
manera figurada, es más duro colocar una carga pesada de nuevo en un
burro después de que ésta ha caído que sostenerla mientras está todavía
en sus espaldas. Usando este sentido del verbo, Maimónides declara que
ésta es sin duda la más alta forma de caridad: un trabajo en lugar de
raciones, asistencia que es de naturaleza comercial y conduce a conseguir
un medio de vida en lugar de la caridad que simplemente alivia las
necesidades imperiosas de la existencia diaria.

Se establece aún una mayor erosión en el status cuando las
circunstancias obligan a un israelita a contratarse con otro israelita.
En este caso se debe evitar que este sufra la degradación de la esclavitud.
Nosotros tenemos que tratarle como "asalariado o ligado por contrato de
manutención (Levítico 25:39-40)". Y finalmente el nadir del orden social,
la más baja y precaria de todas las situaciones: que un israelita se convierta
en esclavo de alguien que no es israelita (Levítico 25:47). En ambos casos,
liberarle es la prioridad más alta, porque la visión animadora de la sociedad
es una visión igualitaria. El regalo de Dios de la libertad nacional y de un
hogar seguro elevan a Dios a convertirse en el propietario último de la tierra
y en único señor de sus moradores. Ni propiedad ni persona pueden ser
violadas por medio de formas permanentes de subordinación. El Levítico
culmina con una vigorosa visión sacerdotal del destino nacional. De forma
distinta a otras naciones, Israel está gobernado directamente por Dios, y de
aquí que la noción radical de la independencia nacional debe conducir a la
igualdad individual.

Sin duda la antigua ética social descrita en Behar tiene tanto que ver
con el comportamiento igualitario del moderno Israel como el socialismo
europeo con sus fundadores. El judaísmo rabínico sirvió como puente,
elaborando gradualmente el mandato de la Torá y convirtiéndolo en un
sistema altamente desarrollado de responsabilidad comunal. Los
activistas sociales de entre los rabinos palestinos se atrevieron a afirmar
que la realización de caridad y los actos de bondad (¡y no el estudio de
la Torá!) eran iguales a todos los otros mandamientos divinos juntos.
La riqueza personal debía ser compartida con generosidad, de forma
ideal hasta un 20 % de los ingresos anuales de uno, y cada comunidad
judía tenía que designar oficiales para recoger y distribuir la caridad.
Particularmente reseñable es la opinión jaláquica de uno de los
pensadores más importantes españoles del siglo XIII el cual se puso
del lado de los "partidarios de la compasión" de sus días. En una
comunidad no referida el número de judíos indigentes se había disparado.
Mientras a los ricos no les importaba que estos pobres siguiesen pidiendo
comida y ropa de puerta en puerta, los menos ricos defendieron que la
comunidad tenía la obligación de asistirles con apoyo financiero regular.
El rabino español apoyó a estos últimos, notando con tristeza que esta
generación se había empobrecido tanto espiritual como monetariamente.

Me pregunto qué habría dicho de nuestro tiempo de riqueza, en el que
la avaricia convierte la cualidad de la compasión en un término de oprobio.
El legado del judaísmo y la larga historia de autosuficiencia comunal
extraordinaria han colocado a los judíos al frente de aquellos que no
ven la riqueza como un fin en sí mismo y son empujados por un ideal
de justicia social. Simón el justo no estaba lejos de la verdad cuando
declaró hace mucho tiempo que "El mundo descansa sobre tres cosas:
la Torá, el servicio a Dios y las obras de amor." Es esta noble tradición
la que inspiró a mi joven acompañante a calentar la noche invernal de
shabat con un acto premeditado de bondad.

Shabat shalom u-mevoraj

Ishamar Schorsch

La publicación y distribución de los comentarios de los parashá
ha-shavuá de Dr Schorsch han sido posibles por la colaboración
generosa de Rita Dee y Harold Hassenfeld.