Parashá Ajarai Mot - Quedoshím
Levítico 16:1 - 20:27
27 abril 1996 - 8 iyar 5756
(Traductoras: Ana Roselló, Alba Toscano)
Si la primera parte del parashá doble
de esta semana os recuerda al
Yom Kipur, a pesar de la proximidad de Pesaj, no andáis
equivocados. Las dos lecturas que de la Torá se hacen en ese
solemne día están extraídas del Ajarai Mot. El capítulo
16 que
leemos en el shajarit, en la mañana del Yom Kipur, describe la
ceremonia anual, del día décimo del séptimo mes, destinada
a limpiar
al templo de sus impurezas y a la gente de sus pecados. La antigua
palabra inglesa "scapegoat" ("cabeza de turco"), preserva
en su
término "goat" ("cabra"), la figura más
memorable de todo el día , es
decir, el macho cabrío que, de forma simbólica, carga con
la culpa
colectiva llevándosela al desierto. El capítulo 18, reservado
para la
minja de la tarde, define las prácticas sexuales que debían
gobernar
la vida doméstica de los israelitas.
El eslabón que une a la sinagoga y a las Escrituras, a la liturgia
y a la
Biblia, es ubicuo en el judaísmo. Da testimonio de cómo una
forma
verbal de adoración se extendió para llenar el vacío
dejado por la
tajante ruptura del sistema de sacrificios en el templo en el año
70
e.c. La Biblia, canonizada paulatinamente durante los siglos
precedentes, suministró las palabras necesarias para los ruegos
y
plegarias, para las afirmaciones de fe y para el estudio de los textos
sagrados, lo cual constituyó el tejido base de la liturgia judía.
Más
ampliamente, el recitado formal de las Sagradas Escrituras en
público (salmos del Libro de los Salmos, los tres párrafos
de la
shemá de los libros del Deuteronomio y Números, la Torá
en su
totalidad, selecciones de los profetas y todos los cinco manuscritos:
Canción de las Canciones, Ruth, etc.), es decir, la adoración
en la
sinagoga no descansaba sólo en la norma bíblica, sino que
también
servía como su principal medio de difusión. En un momento
de crisis
espiritual, el judaísmo forjó la sinagoga como un lugar de
sinergia
única en el que las Escrituras proveían del lenguaje para
la oración, a
la vez que en la misma oración se profundizaba en el conocimiento
y
vinculación hacia las escrituras.
Los dos capítulos tomados del Ajarai Mot para la liturgia del Yom
Kipur significan algo más: la doble naturaleza del sistema de
comportamiento judío. ¿Qué es lo que creemos que Dios
quiere de
nosotros?. Tendemos a primera vista a pensar en las mitsvot sólo
en
términos de mandatos positivos y negativos. Pero las lecturas del
Yom Kipur nos hacen más sensibles hacia una clasificación
más
compleja. Ocupado de asuntos sobre rituales y pureza, el capítulo
16
trata de la relación entre Dios y la comunidad, incluyendo al
individuo. Las impurezas amenazan con hacer inaccesible a la
divinidad. Por eso una vez al año la prístina santidad del
santuario ha
de ser restaurada.
Por el contrario, el capítulo 18 habla de la manera en que las
personas deberíamos interrelacionarnos. Si toda mujer en el hogar
fuera objetivo lícito de conquista sexual, si toda forma de
experimentación sexual pudiera escapar a cualquier límite,
entonces,
ni la familia ni la sociedad sobrevivirían mucho tiempo. Las
restricciones sexuales generan cohesión, intensificando las
relaciones que sí son consentidas. La religión debe comprender
a la
moralidad tanto como a la teología si lo que quiere es mejorar la
unidad social. El Israel antiguo debía distanciarse de Egipto no
sólo
geográficamente sino también en espíritu, a través
de su modo de
vida tanto como en su concepción de Dios.
Esa es la razón por la que la liturgia del Yom Kipur recoge ambos
capítulos, el 16 y el 18. Su deseo es el de mostrar al Judaísmo
como
un sistema de creencia y práctica, de ritual y moralidad. El equilibrio
entre ambos conceptos es lo realmente importante. Ninguno debe
avasallar al otro. El que nos preocupemos exclusivamente de nuestra
relación personal con Dios no es sino otra forma de egocentrismo.
Por el contrario, aquella moralidad que no se asienta en problemas
fundamentales es susceptible de ser fácilmente dejada. A modo de
ejemplo, la mishná señala que si los ciudadanos decadentes
de
Nínive hubieran respondido a la profética reprimenda de Jonás
solamente con ayunos y llevando ropas de penitencia, la ciudad nunca
hubiera sido perdonada. El texto bíblico, sin embargo, subraya que
Dios tomó especial nota de sus correspondientes acciones, del
radical cambio en sus relaciones mutuas. Cuando leemos el libro de
Jonás en la minja en el Yom Kipur nos despoja de la ilusión
de que
reparar nuestros lazos personales con Dios es suficiente.
De hecho, no hay nada más desconcertante que ver cómo una
excesiva preocupación por mantener el ritual puede desplazar a la
moralidad. Los rabinos, conscientes del peligro, contaron una historia
terrible como admonición. Un determinado número de tareas
diarias
del Templo eran regularmente asignadas con antelación a los
sacerdotes. Una de las tareas consistía en recoger las cenizas del
altar tras los sacrificios ofrecidos por la mañana y la tarde. En
un
principio esta tarea se concedía solo a voluntarios. Si había
muchos
voluntarios, competirían con una carrera por la larga pendiente
del
camino hasta el altar.
En una ocasión, se apresuraron dos sacerdotes a llegar a la meta
y
hubieran llegado juntos si uno de ellos no hubiera sacado una puñal
y apuñalado al otro. Un venerado sabio, habiendo presenciado
aquella farsa, se levantó para añadir su pésame a
la asamblea
aunque sus palabras demostraban mayor preocupación por el
sacrilegio del lugar sagrado que por la pérdida de una vida. De
repente, el padre del joven sacerdote apareció para reñir
al sabio:
"La muerte de mi hijo expiará el sacrilegio, pero aún
no está muerto.
Se retuerce delante de ti y la navaja no ha acabado con la nefasta
tarea. La única cosa de por la que te preocupas es la impureza;
no
se te ocurre por un momento socorrerlo ni denunciar a su agresor.".
El asesinato se había rebajado a una cuestión de impureza
ritual!.
La conservación de esta parábola es una reflexión
de una cultura
religiosa capaz de autocorregirse. La religión judía conserva
parábolas como ésta para usarlas durante épocas de
desequilibrio.
Para el judaísmo, con tanta atención a sus obligaciones hacia
Dios, el
rito sigue siendo el camino, mientras la moral la meta, aunque, para
tomar pleno efecto, han de funcionar juntas. La senda hacia el
consejo del sabio Hillel, "trata al prójimo como quisieras
que él te
tratase; el resto es comentario", nos lleva a atravesar el puente
hacia Dios. ¡Qué asombroso es el hecho de que los pecados
de los
que nos expiamos en el Yom Kipur durante la confesión al heit, sean
principalmente actos de inmoralidad, es decir, de ofensas a otras
personas!
El midrash nos recuerda la misma escala de prioridades: "No
hagamos más importante la vaya que los plantones que están
protegidos por la misma, por si cae y les hace daño.". ¿De
dónde
hemos aprendido esta lección? De la equivocación de Eva.
Cuando
la serpiente intentó atraparla con una pregunta que astutamente
corrumpió la verdad: "Estás segura de que Dios te dijo
que no
deberías comer de ningún árbol en el Jardín
(Génesis 3:1)?.", ella
replicó, con su propia interpretación distorsionada que la
llevó a su
perdición: "Podemos comer los frutos de todos los demás
árboles
del Jardín. Dios sólo se refirió a la fruta del árbol
que crece en el
centro del Jardín cuando dijo que no comiésemos de ella ni
la
tocásemos por si nos moríamos (Génesis 3:2).".
Sin embargo, Dios no había dicho nada acerca de contacto físico
con
la fruta (Génesis 2:17). Eva había ampliado la prohibición
con lo cual
le dio a la serpiente un resquicio por el cual podía introducirse.
Más
tarde, al pasar cerca del árbol, un empujón a Eva por la
serpiente
contra la fruta, la dejó ilesa: "Vaya, no has muerto al tocarla,
no
morirás por comerla tampoco.".
A medida que los muros que se entrometen entre los judíos de
América y los de Israel, crecen más altos que nunca, no debemos
cansarnos de reafirmar el equilibrio inherente del judaísmo
tradicional. El fanatismo religioso que borra la distinción entre
el rito
y la moralidad, entre nuestras obligaciones a Dios y nuestras
responsabilidades mutuas, sólo exacerba las pérdidas de miembos
de la comunidad judía por la asimilación de las demás
culturas.
Shabat shalom u-mevorá
Ismar Schorsch
La publicación (en inglés) y distribución de los comentarios
de Dr.
Schorsch han sido posibles por la colaboración generosa de Rita
Dee
y Harold Hassenfeld.