Parashá Vayaquel 5757
Éxodo 35:1 - 38:20
8 marzo 1997 / 29 adar I 5757
(Traductora: Ana Roselló)

La reciente conferencia que tuvo lugar en Nueva York
sobre “Feminismo y Ortodoxia” fue una muestra más de la
creciente confrontación entre la culta y ortodoxa comunidad 
feminista y la implacable actitud defensiva de la institución
rabínica. Semanas antes de que tuviera lugar la conferencia la
opinión general era la de que no iba a durar más que cinco minutos,
dando a entender que ambos temas no tenían nada en común. Pero
la realidad nos muestra lo contrario. Cerca de mil mujeres ortodoxas
procedentes de distintas clases y órdenes sociales se reunieron
durante dos días para estudiar, rezar y protestar contra las injusticias
existentes en el mundo ortodoxo contemporáneo. Por otra parte, la
situación opresiva de la que son objeto se ve recrudecida ante la
imposibilidad de acceder al divorcio religioso. 

La conferencia señaló que las mujeres ortodoxas, cada día más
cultas, no van a aceptar por más tiempo la “sentencia” talmúdica
de que “la cultura de las mujeres se restringe al huso”. Tomando
esta alegación como base, la educación ha sido tradicionalmente
denegada a las mujeres de la comunidad judía. Maimónides, en su
codificación de la Ley Judía, suavizó su exclusión, aunque no mucho;
y diferenció entre la enseñanza de la Torá y del Talmud a las mujeres. 
La primera era permisible aunque no aconsejable. El estudio del
Talmud no debía darse bajo ninguna circunstancia porque las mujeres,
“dada su pobreza intelectual, convertirían las palabras de la Torá en
palabras vacías”.

Las palabaras de Maimónides aún gobernaban hace veinte años
la conducta de todo el mundoortodoxo. El estudio del Talmud
permanecía fuera del alcance de las mujeres ortodoxas. Sin embargo
esta barrera se rompió por primera vez en Jerusalén, cuando una
mujer doctorada en el Seminario se unió a la Facultad de Pelech, un
centro moderno y altamente reconocido para mujeres jóvenes. A pesar
de las críticas surgidas en el seno de la Facultad, pero respaldada por
el apoyo del Decano, logró dirigir un curso en Mishna y más tarde en
Talmud. El estudio del Talmud por las mujeres ortodoxas es hoy tan
amplio que “Tradition”, periódico de tendencia ortodoxa editado por el
Rabbinical Council de América, dedica una sección de su número de
primavera a las mujeres y la educación.

Sin estos primeros cambios revolucionarios, la conferencia posiblemente
nunca se hubiera producido. Educar a los grupos marginados en sus
derechos es una forma de aumentar su poder, un reto al estado actual
de las cosas. La maestría del núcleo de la literatura rabínica descubre 
a las mujeres ortodoxas una cultura donde la diversidad de práctica y
creencia es lícita, y la evolución de instituciones legales está ampliamente
documentada. El Judaísmo Rabínico no surgió de repente del Monte Sinaí,
ni tampoco salió, de las Escrituras, un patrón hecho y derecho, de observancia.
La demanda cada vez más importante de una mayor aceptación de las mujeres
en el ámbito religioso es una consecuencia inevitable de su recién descubierto
conocimiento. El objetivo último del estudio en el judaísmo ha sido el de
enriquecer la práctica. Dado que tradicionalmente se suponía que las mujeres
iban a observar menos las enseñanzas, es decir, liberadas de las mitzvot, 
honradas generación tras generación, no se las enseñaba tanto como
a los hombres.

El parashá que nos ocupa esta semana también trata el papel de la mujer
en el Judaísmo. Moisés se dispone a informar a su pueblo de las instrucciones
que Dios le ha dado para la construcción del Santuario. Para este propósito
Moisés reúne a “la comunidad entera” (Éxodo 35:1). La certeza de que
estas palabras incluyen a las mujeres de Israel queda reafirmada en las
frases siguientes. Pues no sólo los hombres contribuían con sus propiedades
personales, voluntaria y generosamente, a la tarea sagrada, sino también
las mujeres. Y así podemos leer : “Y todas las mujeres hábiles en el oficio
hilaron con sus manos y llevaron la púrpura violeta y escarlata, el carmesí y
lino fino que habían hilado” (Éxo. 35:25). Más tarde se nos cuenta que otro 
grupo de mujeres, reunidas a la puerta de la Tienda del Encuentro, ofrecen
sus espejos (Éxo. 38 :8). De forma más general, en la edificación del Santuario,
participaron todos los hombres y mujeres que estaban movidos por su corazón
(Éxo. 35:22), hasta que los artífices del proyecto pidieron a Moisés que lo
diera por concluido y que ningún hombre o mujer ofreciera más ofrendas
(Éxo. 36:5 - 36:7). Como vemos, nadie quedó excluido.

El Talmud escoge interpretar estos pasajes de manera más restrictiva.
¿Por qué la Torá selecciona los bordados como la contribución más valiosa
de las mujeres (35:25) ?. ¿Por qué este era el único oficio en el que
destacaban?. Y recoge por tanto la poco caritativa generalización citada
anteriormente : “La sabiduría de las mujeres está limitada al huso”.

En otros pasajes el Talmud excluye claramente a las mujeres del reino
de la educación. “Enseñádselas a vuestros hijos” (Deuteronomio 11 :19).
Pero no hay nada inherente en este verso que nos lleve a esta interpretación
tan estrecha. Lo que ocurre es que los rabinos pueden haber interpretado
“hijos” como “hijos varones” cuando en realidad el género masculino es el 
que se utiliza cuando nos referimos a hombres y mujeres en general. Esta
traducción de las Escrituras es una tendencia cultural que pervive aún en
el s. XX.

Para ilustrar el tema haré referencia a mi comentarista favorito, Rabbi
Halevi Epstein, autor de la incomparable Torá Tminma. Murió en 1941
a la edad de ochenta años, poco después de que los Nazis ocuparan la
gran ciudad judía de Pinsk, donde Epstein vivió desde su regreso de América.
Banquero importante con gran dominio de las lenguas modernas y amplio bagaje 
cultural, Epstein se supo mover entre el competitivo mundo de la élite rabínica
lituana y los Sionistas seculares. Tanto en uno como en otro grupo hubo pocos
que pudieran igualar su prosa lúcida, elegante y acertada.

Aun así, Epstein, en su comentario sobre los textos anteriores, no cede
terreno. Él permanece convencido de que las mujeres carecen de la
profundidad intelectual para penetrar y comprender con claridad de ideas
los asuntos del Talmud. Los principios abstractos del Talmud escapan a su
conocimiento. Epstein no niega que las mujeres gozan de gran rapidez y
habilidad intelectual, pero es esto mismo lo que hace que conciban mal desde
un principio, y por tanto interpreten también erróneamente el saber del
Talmud. Las mujeres son superficiales, no profundas.

La admisión de las mujeres al estudio igualitario del Talmud ha creado
en el mundo ortodoxotradicional una brecha de grandes dimensiones.
Incluso los líderes ortodoxos más lúcidos de hace unas generaciones
nunca hubieran imaginado una reforma tal. La conferencia sobre “Feminismo
y Ortodoxia” marca sólo el comienzo de la carrera para lograr la igualdad
desde el beis midrash hasta la sinagoga. Si estas mujeres son injustamente
rechazadas, ¿empezarán a andar hacia el Judaísmo Conservador?.

Shabat shalom u-mevorá,

Ismar Schorsch

La publicación y distribución de los comentarios (en inglés) de
Dr. Schorsch han sido posibles por la colaboración generosa de Rita Dee
y Harold Hassenfeld.