Parashá Toldot 5758
Génesis 25 :19-28 :9
29 noviembre 1997 / 29 cheshvan 5758
(Traductora: Inés Baum)
El período de Shiva ha terminado.
Vuelvo al mundo emocionalmente agotado y absorto en mi mismo. Mi hermana,
mi única hermana, era también mi amiga. Compartimos tantas
cosas de nuestras vidas adultas. Mi esposa y yo nos casamos en su casa.
Su primer marido, un médico obstetra para quien la práctica
de la medicina era una vocación, trajo al mundo a nuestros tres
hijos. Su amplio y refrescante hogar en Vineland, New Jersey siempre fue
para nosotros un refugio de amor, compañerismo y buena conversación.
Viajamos juntos, lloramos juntos y siempre celebramos los sederim de Pésaj
juntos.
El nombre de mi hermana era Hanna, que en
hebreo se relaciona con el verbo hanan, "ser bondadoso, afable",
o con el sustantivo hen, "gracia, donaire". Qué
nombre tan bien escogido, pues capturó la esencia de su ser. Ella
adornó al mundo con su bondad. Ella era una "cuidadora"
nata; los ideales éticos de la Torá estaban impresos en su
corazón. Por ser diabética desde su juventud, primero aprendió
a cuidar de sí misma y, más tarde, como enfermera, a cuidar
de los demás. Tras la imprevista y devastadora muerte de su esposo
en 1974, llenó el vacío regresando a la escuela para convertirse
en una asistente social. En su funeral, una mujer me confió que
su matrimonio se había salvado gracias a los sensatos consejos de
Hanna.
Hanna murió prematuramente a los 68
años. Más de cinco décadas de diabetes habían
hecho de las suyas. No era una buena candidata para un by-pass coronario,
necesario por haber sufrido varios infartos no detectados en un principio.
Tuvo que ser operada en Dartmouth (New Hampshire USA) ya que, como hacían
todos los veranos, ella y su segundo marido vinieron a visitarnos a nuestro
escondite de Vermont y ella se puso muy mal por el camino.
Antes de mi regreso a Nueva York, le entregué
a mi hermana mi más preciada posesión: un sidur negro de
bolsillo impreso en Alemania en 1939. Este sidur acompañó
a nuestra tía-abuela, a quien ambos conocimos, amamos y admiramos,
a través de la pesadilla que vivió en Theresienstadt. Ella
también era una cuidadora innata, una mujer de valor, inteligencia
y buen humor que vivió en beneficio de los demás. Hanna reconoció
el sidur de nuestra tía inmediatamente y lo aceptó con evidente
alivio. Temía la operación a la que se enfrentaba y de la
cual nunca se recuperó. Me gustaría creer que el recuerdo
y la fe de Tante (Tía) Helene la acompañaron al entrar a
la prueba que la reuniría con nuestros antepasados.
Como sucede a menudo, la parashá semanal
se relaciona con la carga o la bendición de cada momento, ofreciendo
una perspectiva de la eternidad. Un comentario de Rashi sobre la bien conocida
historia de la venta de Esaú y la renuncia de su derecho de nacimiento
frente a Jacob discurre sobre la costumbre de comenzar la primera comida
después de un funeral con un huevo. La escena nos muestra a Jacob
cocinando un estofado en el momento en que Esaú regresa hambriento
del campo. Malhumorado, Esaú le pide a su hermano sedentario: "Dame
de ese potaje rojo para engullir, pues me muero de hambre... (Génesis
25 :30).". Jacob aprovecha el momento para tratar sobre la compra
de la primogenitura y Esaú acepta desdeñosamente. El cálculo
triunfa sobre el impulso.
De donde se infiere que Esaú no merece
la primogenitura. Se le llama "edom", el hombre de sangre, porque
no siente repulsión de comer sangre. El juego de palabras entre
adom, edom y dam, las palabras hebreas para "rojo", "Edom"
y "sangre" respectivamente, evoca claramente este patrón
de comportamiento : Esaú el cazador, que chorrea sangre, no
respeta la prohibición divina a Noé de evitar el consumo
de sangre (Génesis 9 :4).
Aún más, Rashi identifica el
"potaje rojo" como lentejas rojas y nos cuenta un relato talmúdico
donde se explica lo sucedido. En primer lugar, ¿por qué estaba
Jacob en la cocina? ¿Y por qué preparaba lentejas en lugar
de cualquier otra cosa ?. Rashi responde diciendo que ese mismo día
había muerto Abraham, por lo que Jacob estaba preparándole
la comida a su padre Isaac para cuando volviera a casa del funeral. Dios
había acortado en cinco años la vida de Abraham para evitarle
el sufrimiento de ver a su nieto Esaú abandonar un estilo de vida
de virtud y piedad. Según la Torá, Terá murió
a los 205 años, Abraham a los 175 e Isaac a los 180. Si nos apegamos
a las costumbres bíblicas, Abraham debió haber vivido por
lo menos tanto como Isaac. Pero como Dios le había prometido que
moriría sin agravios en una edad madura (Génesis 15:15),
Dios lo sacó de la escena antes de que viera perderse a Esaú
por malos caminos.
Así que Jacob está ocupado cocinando
la Seudat Javrajá, la comida de la renovación, para su triste
y sufrido padre, una comida que siempre debe ser preparada por otras personas
para los dolientes. ¿Pero por qué lentejas ? Porque
son redondas y no tienen ninguna abertura, como símbolo del silencio
de los dolientes : su dolor es demasiado agudo para ser expresado.
Los amigos de Jacob llegaron a consolarlo pero trastornados por la transformación
producto de esta tragedia, no pudieron volver a hablar durante 7 días.
Solamente cuando comenzó a maldecir a su progenie, reunieron la
fuerza necesaria para responder. Así pues, el Talmud prescribe que
durante todo el período de shiva, los dolientes no tienen
la obligación de saludar a ningún visitante y, solamente
a partir del tercer día, pueden responder al saludo de alguno. El
verdadero consuelo proporcionado por los amigos es su sola presencia.
El segundo mensaje que conllevan las lentejas
(y el huevo en los días de Rashi y en nuestros días) es que
la desgracia no se salta a nadie. Como una rueda, da vueltas alrededor
del globo una y otra vez, golpeando tanto a individuos como a naciones.
En consecuencia, los Rabinos escogieron un huevo como representación
del sacrificio festivo en el plato del Séder y para hacernos recordar
la destrucción del Templo. Hallamos consuelo al darnos cuenta de
que no somos únicos, que nuestra suerte es compartida por otros.
Las palabras tradicionales de consuelo ofrecidas a un doliente subrayan
el alcance de una comunidad de hombres afligidos : "Que Dios
te consuele entre los dolientes de Sión y Jerusalén."
El ritual nos libra de la necesidad de encontrar las palabras adecuadas
en una situación incómoda.
¿Entonces qué se gana al cumplir
con la shiva ? Que nadie se engañe ; es un rito
de paso agotador. Pero habiendo pasado por él una vez más,
podría nombrar tres de sus beneficios : Primero, las estructuras
que impone a nuestras vidas destrozadas ayuda a mantener alejado el caos.
El rezar y recitar el Kadish tres veces al día rodeado de una comunidad
que se preocupa restaura una semblanza de orden y comienza a llenar el
vacío con calor, si no con significado. Segundo, el ritual nos proporciona
un lenguaje para expresar nuestra pena y desesperación. Las antiguas
palabras y acciones se convierten en medios diseñados especialmente
para darle salida a los sentimientos que nos asaltan. Finalmente, la presencia
continua de familiares y amigos crea una oportunidad única para
compartir los recuerdos dispersos del ser querido que acabamos de perder
y componer un retrato para los años venideros. La memoria le pone
un puente al abismo. Al final de él, no somos más sabios
sino más fuertes, resignados a vivir con un propósito dentro
de nuestra ignorancia.
Sinceramente,
Ismar Schorsch