Parashá Pecude 5755
Éxodo 38 :21 - 40 :38
4 marzo 1995 / 2 adar 5755
(Traductora: Ana Roselló, atsocano@arrakis.es)
El principal adorno del Santuario de los Israelitas
en el desierto era
el Arca de la Alianza. Por encima de las alas de los dos querubines
que decoraban la parte superior del arca surgió la voz de Yahveh
para dirigirse a Moisés. El Arca representaba el lugar más
sagrado
del Santuario, y a él se acercaba el Sumo Sacerdote una vez
al año
en el Yom Kippur. Fue además lo primero que Yahveh mandó
construir.
Tras decir a Moisés : "Me harás un Santuario
para que Yo habite en
medio de ellos (Éxodo 25:8)." , Yahveh continua
diciendo :
“Harás un arca de madera de acacia (Éxodo 25 :10).”.
¿Qué es lo que otorga al Arca esa relevancia ?. Su contenido
único.
Como su nombre indica, el Arca contiene el símbolo de la Alianza
con Yahveh representada en las Tablas de los Diez Mandamientos.
Su función es la de ser morada del texto fundacional de una nación,
la evidencia indiscutible de la revelación de la que fueron
partícipes
en el Monte Sinaí. Al mismo tiempo, la presencia de las tablas
ofrecía la promesa de futuros encuentros.
Los textos bíblicos son muy claros cuando afirman que las tablas
en
sí eran la fuente de la santidad del Arca. Esta semana concluimos
el
libro del Éxodo con la finalización de las obras del
Santuario. La Torá
especifica que Moisés : “tomó las tablas y las puso en el
arca
(Éxodo 40:20).”. El libro de los Reyes reitera el hecho cuando
el rey
Salomón lleva el “...Arca de la Alianza con Dios”a su destino final
en
su templo : “En el arca no había nada más que las dos tablas
de
piedra que Moisés hizo poner en ella, en el Horeb, las tablas de
la
alianza que pactó Yahveh con los Israelitas cuando salieron
de la
tierra de Egipto (I Reyes 8:9).”.
Aun así, el Talmud reta nuestra imaginación religiosa insistiendo
en
que el Arca contenía también algo más. Rabi Joseph
(un sabio
babilónico del s. IV) era conocido por enseñar que ambos
pares de
tablas, las enteras y las que fueron destrozadas, se encontraban dentro
del Arca. Naturalmente, nosotros, hace mucho que dejamos de pensar
en el destino del primer par de tablas que Moisés bajó
del Sinaí y que
destruyó con rabia cuando vio a los Israelitas adorando al Becerro
de Oro. Pero ¿qué pasó con estos fragmentos sagrados?,
¿son ahora
menos sagrados porque están hechos añicos y son ilegibles?,
¿no
conservan aún la huella de la palabra divina?. Rabi Joseph creía que
su santidad no se había disipado y que Moisés había
seguido
concediéndoles la misma reverencia que al segundo par de tablas.
Rabi Joseph llegó a citar un verso para apoyar su opinión.
Cuando
Moisés recuenta la historia de los dos pares de tablas en el
Deuteronomio 10:1-2, cita a Dios diciendo: “Yo escribiré en las
tablas
las palabras que habían en las primeras que rompiste, y tú
las
depositarás en el Arca”. Rabbi Joseph prefiere obviar la coma,
convirtiendo la frase en subordinada y leyéndola en pasado: “que
rompiste
y despositaste en el Arca”. El objeto de los dos verbos (rompiste
y depositaste) es ahora el primer par de tablas.
Sin embargo, Rabi Joseph no vive en el pasado, sino que traslada
la moraleja de este pasaje a sus días. Tomando como precedente
los
restos sagrados, da una conmovedora lección para la gente de
su época
y también para nosotros : “Del ejemplo de Moisés aprendemos
a no ser
irrespetuosos con los estudiosos de la Torá, que por causas ajenas
a
su voluntad, pierden su sabiduría”. Al igual que las tablas
rotas, estos
estudiosos, que no se encuentran ya en el cénit de sus facultades,
fueron
una vez los transmisores de la palabra de Dios y por tanto merecen para
siempre nuestra estima y gratitud. El hecho de que una enfermedad los
apartara de su aprendizaje durante un tiempo no hace más que aumentar
el patetismo de la propia lección.
Cuántas veces la súplica de Rabi Joseph ha cruzado mi mente
mientras
contemplaba como las facultades mentales de mi apreciado y brillante
predecesor Chancellor Gerson D. Cohen se deterioraban ante el avance
despiadado de su neuropatía y estricto tratamiento. Después
de abandonar
su cargo e intentar volver a la enseñanza, su pasión, me
confió que ya
nunca más podría enseñar pues había perdido
la capacidad para sintetizar
grandes volúmenes de información. Como mucho, podía
llegar a leer con
dificultad textos hebreos con sus estudiantes y obsequiarles con sus
lúcidos
comentarios. Cuando le ví por última vez, poco antes de que
muriera en
la “Hebrew Home for the Aged” en Riverdale, su habitación se
encontraba
completamente vacía de libros. Incluso su libro, recién publicado,
no se
encontraba con él. La enfermedad sólo le había dejado
con su dignidad
innata y con su rostro juvenil.
La última de sus memorables interpretaciones morales tuvo como
fuente la jalaca. El Talmud identifica un tipo de artículos
religiosos
llamado “instrumentos de santidad”, los cuales no se pueden rechazar
una vez son usados. Se incluyen las fundas de los libros sagrados,
tefilín, mezuzot, las fundas y sacos donde se guardan la Torá
o tefilín,
o las tiras de cuero de los tefilín. Por otra parte, el Talmud
también
designa otra clase de artículos, “instrumentos para mitzva”, los
cuales
pueden ser desechados una vez el acto haya tenido lugar. En esta
categoría encontramos objetos como la suca, lulav, shofar o
los tzitzit
de una prenda. En resumen, los “instrumentos de mitzva” pierden su
estatus de santidad cuando la ceremonia finaliza, mientras que los
“instrumentos de santidad” nunca.
Lo que caracteriza a estos últimos es que están conectados
con
las palabras de la Torá. Dan cobijo a textos sagrados como
tefilín
o mezuzot, o bien protegen las Escrituras Sagradas con cubiertas
adecuadas. Los “instrumentos de mitzva”, por otro lado, no están
relacionados con las escrituras sagradas. No llevan inscripciones
de la Torá y por tanto no adquieren una santidad permanente.
Sólo
aquellos objetos que gozan de un contacto físico directo con la
Torá
o están labrados con alguno de sus pasajes alcazan esa santidad
permanente. La Torá es la cumbre de la santidad judía,
y su aura es
contagiosa. Ningún ser humano llega a tener un contacto tan
íntimo
y frecuente con la Torá como los maestros que la enseñan,
los
instrumentos supremos de la santidad. Y se nos advierte, siguiendo
el espíritu de halaca, a no desdeñarlos una vez pasado
su momento
más glorioso. En ninguna otra parte he encontrado la esencia del
judaísmo mejor representada.
El judaísmo es un culto religioso basado en
las palabras escritas.
Los escritos son enterrados como si fueran humanos. Y, ¿no
lo son
en realidad ?. ¿No somos nosotros los únicos forjadores de
palabras
en el universo ?. Dios, Creación, Revelación, Religión,
Cultura y
Memoria, términos que el judaísmo ha convertido en lenguaje
y literatura.
La existencia comienza con la palabra hablada. En el Seminario de
Teología, N.Y., el "Arca de la Alianza" es nuestra biblioteca
particular
de libros inéditos y valiosos, que cuenta con una amplia colección
de
reliquias literarias que perviven al paso de los años. Su relación
íntima
con la Torá los ha hecho sagrados para siempre.
Shabat shalom u-mevorach
Ismar Schorsch
La publicación (en inglés) y distribución de los
comentarios de la parashá
ha-shavua del Dr. Schorsch han sido posibles por una donación generosa
de Rita Dee y Harold Hassenfeld.