Parashá Devarim 5756 (Shabat Hazon)
Deuteronomio 1:1 - 3:22
20 julio 1996 / 4 av 5756
(Traductor: Vicortino Cortés, victorino@redestb.es)

Cada año comenzamos el libro del Deuteronomio el sábado previo
a Tisha B’Av, el día completo de ayuno que recuerda la destrucción
del primer y segundo templos. Nunca deja de admirarme la duradera
precisión del calendario judío, promulgado hace más de 16 siglos y
que aún funciona sin necesidad de correcciones. Y de esta manera,
nos preparamos para el recuerdo de nuestras calamidades nacionales
leyendo de nuevo la prolongada advertencia final de Moisés a Israel.

Además de cualquier otra cosa que pueda ser el Deuteronomio, es
seguro que es un retórico tour de force de un líder entrado en años,
angustiado por el hecho de que podría haberse excedido en sus objetivos.
El ser escogidos por Dios como su pueblo elegido tiene su precio.
¿Tiene Israel el deseo y la capacidad de atenerse a un convenio que lo
transformará en "...un reino de sacerdotes y una nación santa (Éx. 19:6)?".
Un tono subyacente de desesperación impregna las conclusiones del
discurso de Moisés. Si la norma de conducta se ha colocado muy alta,
Israel vivirá con el riesgo de provocar la ira de la decepción de Dios.
La proximidad con Dios acarrea más peligros que privilegios. La
elección grava a Israel con un régimen de auto-disciplina, que en
el caso de que se transgreda acarreará la humillación nacional.

La midrash recoge el sombrío tono del libro en el primer verso:
"Estas son las palabras que dirigió Moisés a todo Israel en el lado
oriental del Jordán.". Hay algo amenazador en el hecho del especial
énfasis puesto en que éstas son las palabras de Moisés. ¿No
sabemos ya que Moisés es el autor de toda la Torá? Lo que parece
confirmar este versículo introductor es la convicción de que, aunque
las palabras que están a punto de decirse son excepcionales,
también ellas tienen su origen en Moisés. Él concluye su carrera
y su vida con un duro discurso final para todo el pueblo de Israel.
A nadie se le dispenso de la incomodidad de ser testigo de ello.

Y la midrash continúa con la identificación de los lugares geográficos
catalogados en el capítulo uno por Moisés como los sitios donde
Israel había enojado a Dios. Por ejemplo, "Di-zahab" (quizá el lugar
conocido hoy como Dahab en la ladera del Sinaí del Golfo de Elath,
donde los Schorsches pasaron una noche de mucho viento en una tienda
en su camino a Sharm-el-Sheik en 1975) se considera el lugar donde
Israel ordenó a Aaron construir un becerro de oro. Si se lee con un
ligero cambio en las vocales (di por daye), Di-zahab significa "suficiente
oro". Cuando los israelitas salieron de Egipto, según la midrash, Dios
les permitió expoliar a sus opresores hasta que exclamaran: "Ya basta.
Tenemos más oro del que podemos transportar.". El exceso de riqueza
fue lo que les hizo caer tan pronto, mientras Moisés permanecía más
de lo esperado en el monte Sinaí. En realidad, la midrash invierte la
reprimenda de Moisés y la dirige contra Dios. Culpable de colmar de
buenas cosas a Israel en exceso, es a Dios a quien realmente hay que
culpar por la infidelidad de Israel. Sin embargo es la lectura profética
de Isaías en vez de la Torá la que da a nuestro Sábado su nombre
distintivo, "Shabat Hazon- El Sábado de la Visión (obscura).". La
reprimenda de Isaías al reino de Judá, situado en el Sur, en el último
cuarto del s. VIII a.c.e. amplía de modo efectivo el estado de ánimo
creado en nosotros por la parasha. Se lee para las tristes notas en
las que recitamos el libro de las Lamentaciones, megillat Ekha (atribuido
a Jeremías) en la víspera de Tisha B’Av. Hay en el aire ecos de
calamidades. Además, nuestros tres textos: la parasha, la haftara, y
la megilla
, están unidos por el uso de la poco habitual exclamación
"ekha" (Deuteronomio 1:12, Isaías 1:21, Lamentaciones 1:1). En
realidad, los rabinos escogieron probablemente el capítulo 1º de Isaías
para la haftara porque contenía la palabra "ekha".

La conexión entre los tres pasajes a causa del verbo da pie a la
siguiente analogía misdráshica: Una persona socialmente relevante
tuvo tres pretendientes. El primero la conoció en su gloria; el segundo,
en su decadencia, y el tercero, en su desgracia. Así habla Moisés de
las multitudes de Israel: "No puedo soportar tu carga yo solo."; Isaías,
de la decadencia de Jerusalén: "Desgraciadamente ella se ha convertido
en una prostituta, la en otro tiempo fiel ciudad rebosante de Justicia...";
y, Jeremías, de la degradación final de Jerusalén: "¡Desgracia!, ¡sola se
sienta la ciudad en otro tiempo grande por su gente!". Un diluvio de
advertencias proféticas no fue capaz de evitar la catástrofe.

En el Judaísmo, el ritual hace la función de matriz de la memoria.
Y Tisha B’Av es el contrapunto de Yom Kipur. Si éste se centra en
el destino del individuo, aquél se fija en el destino de la nación. Dos
días completos de ayuno, los únicos en el calendario, consiguen un
equilibrio completo entre el bienestar del individuo y el bienestar del
grupo. Con obstinación el Judaísmo se niega a dar prioridad a uno u
otro. Nuestra preferencia contemporánea por Yom Kipur no es sino
una reflexión de nuestro insoportable.

La igualdad entre Tisha B’Av y Yom Kipur se afirma además por la
resonancia que cada uno de ellos encuentra en el calendario. No se
permite que Ningún día de ayuno nos coja de improviso. Del mismo modo
que nos preparamos durante el mes de Elul para las Iamim Noraim,
con un esfuerzo que se intensifica en la semana final (comenzando con
Sheilot) y a lo largo de los diez días de Penitencia, así también construimos
gradualmente un clímax apropiado de luto nacional para Tisha B’Av a lo
largo de las tres semanas previas. Shabat Hazon cae cerca del final de la
rampa hacia Tisha B’Av. La eficacia de cualquier rito religioso es una
consecuencia directa de nuestra preparación personal para ello.

En las siete semanas que siguen a Tisha B’Av, éste continúa resonando
a causa de su impacto. Cada Sábado, comenzando con el primero, Shabat
Nahamu, está marcado por una excelente profecía de esperanza extraída
del Segundo Isaías que animó a los exiliados en Babilonia tras la subida
al poder de Ciro y los Persas. La coreografía del calendario y las palabras
de la Sinagoga nos posibilitan anualmente revivir de forma condensada la
miseria y la grandeza de la historia judía, al pasar de la destrucción a la
restauración, de la derrota militar a la recuperación espiritual. En el judaísmo
recordar el pasado es volver a experimentarlo.

Shabat shalom u-mevoráj

Ishmar Schorsch

La publicación y distribución del comentario del parashá ha-shavuá
(en inglés) han sido posibles por la colaboración generosa de
Rita Dee y Harold Hassenfeld.